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miércoles, agosto 31, 2011

Si vuelves a comer puedes revivir el espíritu de días pasados

Por mucho tiempo que lleve abstinente, por muchas vueltas que le haya dado a los pasos, nunca esta uno a salvo de la compulsion por la comida. Siempre vuelve. La diferencia esta en que ahora tengo otra manera de gestionar la compulsion cuando viene en vez de siemplemente comer hasta matarme.

Es sorprendente lo rápido que puede volver uno a volver a estar como antes. La enfermedad de la compulsión por la comida erosiona mi persona de un manera muy rapida. A veces siento que soy una persona distinta si estoy abstinente a como soy cuando como compulsivamente. Igualmente es rapido el sentirme mucho mejor cuando dejo de comer y entro en abstinencia.

El espiritu de los días pasados es el fantasma de la compulsión. Siempre esperando, siempre agazapado. La compulsión siempre vuelve. No hay curación, pero si recuperación. Cada día libre de la enfermedad es una victoría y un milagro en si mismo. Tanto que los contamos.

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lunes, agosto 29, 2011

Antes del primer bocado de comer compulsivamente

Antes del primer bocado compulsivo en mi mente están las excusas y las mentiras. El auto engaño es terrible, con frases como “por una vez no pasara nada”, o “por un poquito no pasa nada”. Pero si pasa. Es la puerta de la locura. Yo creo que también es un poco de amnesia, por que se me olvida lo mal que lo he pasado comiendo compulsivamente. Y luego también esta la mentira de la enfermedad que me cuenta que un poco me aliviara cuando es mentira. La comida no soluciona nada, solo lo empeora.

También la compulsión por la comida tiene el poder de cambiar un sentimiento o una sensación por otra en mi cabeza. Sueño por hambre, sed por hambre, tristeza por hambre. En ese sentido la enfermedad de la compulsión por la comida es astuta, desconcertante y traidora. Me engaña continuamente. Si me duele la cabeza pienso que es por que he comido poco y debería de comer mas. Si estoy resfriado es por que estoy bajo de defensas y debería de comer más de ese alimento concreto que me ayuda con las defensas. La obsesión me lleva a querer modificar los estados de mi cuerpo con la comida. Y por supuesto si me siento mal emocionalmente y no quiero sentir nada, me doy un atracón, para sentirme en la plenitud del estomago lleno y olvidar. Como siempre han dicho las madres: “come algo, y te sentirás mejor.”

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sábado, agosto 27, 2011

Mi historia con la comida (actualizacion verano 2011)

Durante mi niñez íbamos todos los veranos al pueblo de mis padres. Allí, para los vecinos de mis tíos, los niños con los que nos íbamos nuestros primos y mi hermano y yo, siempre fui el gordo. Ellos eran muchos, debía de ser una familia con 8 o 9 hermanos y para todos yo era el gordo. En las fotos más antiguas con mis primos en la piscina ya se me veía tripa.

En casa de mis abuelos paternos siempre nos recibían con mucha comida. Allí todos eran gordos. Mi tía era enorme, y su hija, mi prima, también. Recuerdo que comían con mucha ansia. Mi abuelo también era muy grande y siempre estaba malo. Muchas veces no se podía mover. En aquella casa siempre había mucha comida. Mi tío si era delgado pero era inestable mentalmente. Supe que todos mis tíos por parte de padre, habían tenido problemas mentales en la juventud o adolescencia, incluso mi tía había estado ingresada en un psiquiátrico y llegue a escuchar que literalmente, “se arrancaba los pelos a tirones y chillaba”.

Mi abuelo sintiéndose muy mayor y con su salud física amenazada, fue quien encontró un guru de la nutrición al que llamaban "el moro". Mi abuelo caminaba se iba al centro de mayores caminando, y luego hacia dieta. Pero además tomaba pastillas que creo eran como diuréticos, por que les hacían mear. Se las tomaban justo después de comer.

Nos llevo a todos. Aquel guru de la nutrición decía que teníamos un problema de tiroides y nos vendía las pastillas que nos hacían orinar a todas horas. Recuerdo un viaje del pueblo a la playa, que había comido una manzana, y con las pastillas, y tuvieron que parar lo menos tres veces por que no podía parar de orinar.

Durante mi época escolar primaria desayunaba en casa. Pero luego mi madre después de desayunar, camino del colegio, siempre nos compraba dulces en la misma tienda. Creo que era por la prisa con la que salíamos de casa que no nos daba tiempo a desayunar bien.

De otros niños recibí palizas y abusos. Sufrí marginación de otros niños a causa de ser diferente, por ser gordo. Desde pequeños yo y mi hermano tuvimos un mote referente a nuestro sobrepeso. Éramos señalados con el dedo y acosados, por ser diferentes.

Tuve muchos motes. A mi, ser excluido, ser tratado diferente me dolía mucho. Ahora me doy cuenta de que era muy sensible, todo me dolía. Era tímido, asustadizo, y rellenito. Huía de otros niños. Solo salía a la calle para ir y volver al del colegio / instituto a casa. Aun así me las apañe para tener algunos amigos, pero me llegaron a decir que yo era culpable de mi situación, por ser tan sensible y por ser gordo, aunque no con estas palabras.

Los veranos solo salía a partir de las ocho de la tarde con mi bicicleta. Yo era muy malo en todos los deportes por mi físico y siempre se reían de mí. Incluso mi profesor de karate se reía de mí y deje de ir. Durante una época me refugie en la soledad de la bicicleta. Atacaba mi gordura así, me movía por la ciudad, y era por que podía ir rápido con ella y no me cogerían, era un elemento de huida. De huir de otros niños, mis enemigos, de luchar contra mi cuerpo. Aun hoy que estoy de nuevo en la ciudad en la que crecí no he vuelto al viejo barrio ni buscado a aquella gente de mi pasado. Todo lo que recuerdo de aquella época era comida y dolor. Se que en el fondo le tengo como mínimo respeto (si no algo de miedo) a dejarme ver por allí.

Durante toda mi adolescencia seguía comiendo y engordando inconsciente, y machacándome con la bicicleta.
Recuerdo esperar con ansia el recreo para comprarme bocadillos de tortilla en el instituto. Mi madre sabia que yo era de comer mucho y por eso escondía la comida. Lo hacia para que mi hermano y yo no la encontráramos. Sobre todo los dulces pequeños. Ella los llamaba “nidos”. Era experto en rebuscar por toda la casa buscando la comida escondida, y luego mi madre decía “ya habéis dao con el nio”, “a esta casa no se puede traer na, to os lo coméis”, y cosas así. Aun hoy día mi hermano y mi madre siguen con ese tira y afloja, y siguen escondiéndose la comida.

La compulsión siempre estuvo ahí. Recuerdo que una vez vino una visita y pusieron una tapa de chorizo de mi pueblo. Se fue la visita y yo me la quise terminar, ya que había sobrado medio plato. Me encabezone. Aquella clase de embutido grasiento me gustaba mucho. Mi madre me lo negó. No, no y no. Era todo su freno ante mi compulsión, como a muchas otras cosas. Ella no quiso, y yo revente un cenicero contra el suelo de rabia. El cenicero se rompió y me corto la mano. Cinco puntos y veinte minutos de hemorragia. Todo por medio plato de chorizo. Y aquel año por que no podía escribir por tener el canto de la mano lleno de puntos, no me pude presentar a los exámenes de mis estudios. Todo por medio plato de chorizo, un curso al traste. Ahora veo que era muy compulsivo.

Por aquel entonces intentaba vivir a pesar de mí sobre peso, hacia hasta deporte. Tuve épocas de gimnasio. Me destrocé las muñecas con las mancuernas de las pesas, buscando una delgadez que se me escapaba. Tuve épocas de escalada deportiva, y nunca me paso nada. Incluso me divertía. Yo vivía en una constante depresión, sobre todo por la falta de pareja debido a que no me gustaba mi físico, no me gustaba a mi mismo. Así que no salía de fiesta, no ligaba, no iba a la piscina ni a la playa, por que me odiaba. Yo me auto engañaba diciendo que yo hacia otras cosas. Iba a los bares de tapas de mi ciudad y pedía lo más grande, y me lo comía con placer y orgullo. Cuando mi madre me decía que no comiera yo me daba sonoras palmadas en la barriga y decía en voz alta mira que bien criada la tengo. Ella también se reía de mi preguntándome de cuantos meses estaba embarazado. A mi hermano el novio de una prima mía le decía que le hacia falta sujetador.

Yo en el fondo por aquel entonces odiaba mi cuerpo y lo disociaba de mí. Me daba asco a mi mismo, pero seguía comiendo sin plantearme nada. Eso si, beber y fumar no, que yo sabia que me jugaba un infarto, y le tenía mucho cariño a la vida, siempre esperando una época en la que fueran mejor las cosas.

Cuando se divorciaron mis padres, no recuerdo si comía mas o no, si se que estaba hecho polvo, y que por aquel entonces si estaba engordando mucho. Ahora se que crecí en una familia disfuncional, donde las relaciones personales estaban agriadas y corruptas, donde las peleas, los resentimientos y las venganzas estaban a la orden del día. Así pues no aprendí a relacionarme de una manera sana con otras personas. Me encaminaba a un final lleno de dolor y sufrimiento. Ya mi madre siempre me lo decía, que a esta vida se viene a sufrir. Hoy puedo decir que no estoy de acuerdo.

Termine de estudiar y empecé a trabajar. En un trabajo que tuve, en un cibercafe, me daban la cena gratis. Yo siempre esperaba la hora de la cena con alegría. Era el momento del día. Me hice amigo de las camareras que me hacían la comida. Trabaje también en una tienda de informática donde me tenía que llevar la comida a medio día. Comprábamos en supermercados, en tiendas de comida para llevar o nos llevábamos comida desde casa. Un día un compañero de trabajo se trajo algo muy rico hecho por su madre. Yo había comprado mi comida en un supermercado y me la comí. Mi comida ya de por si era mucha. Luego lo que le sobro a mi amigo, me lo comí también. Y me dio un dolor muy fuerte en el costado. Fue un cólico por un atracón. No vomite, pero no se lo que paso. Termine en el hospital con un gotero, haciéndome toda clase de pruebas para saber que me pasaba. Y no me daban una respuesta clara los médicos. Pero yo lo se. Fue por una sentada de mucho comer. Mi madre no fue al hospital a verme, pero tampoco se lo tengo en cuenta. Y mi jefe se enfado por que al día siguiente no fui a trabajar y tampoco fui al medico. Yo sabía que lo que necesitaba era tiempo en cama para digerir todo aquello. El dolor pasó y nunca más lo he vuelto a sentir con igual intensidad, pero creo que pudo ser una piedra en la vesícula. Cuando me vi rodeado de médicos por haberme pasado con la comida fue la primera vez que pensé que quizás estaba haciendo algo mal, pero el tiempo paso, y no le di importancia.

Tiempo después y en otras circunstancias se cruzo una mujer en mi vida. Ella era la hermana de mi mejor amigo y estaba separada. Tenía un hijo de su anterior matrimonio. Yo no me acerque a ella, fue ella la que vino a mí. Buscaba un padre para su hijo y ella se acerco a mí con la intención de usarme. Yo era buena persona, pero a nivel de pareja ella se iba con otros. Aun así yo era tan inocente y estaba tan deslumbrado que no me di cuenta. Yo hasta entonces había pensado que siempre estaría solo por que no me gustaba mi cuerpo y pensaba que jamás iba a ser capaz de gustarle físicamente a nadie. Y efectivamente así fue, ella quería mi mente y mis sentimientos, pero no mi cuerpo. Me vieron sus amigas y le dijeron algo parecido a “como te puedes ir con el gordo ese”. Fue muy cruel.

Caí en una depresión. Me odie a mi mismo y a mi cuerpo. Me torture por haber perdido lo que mas quería. Hasta aquel día mi físico, y la comida, nunca habían sido para mi un problema en mi vida. Fue un punto y a parte. Me cambie el chip en la cabeza de comer a no comer. Quería estar delgado. No por ella. Si no por mí. Para que la próxima vez que se me cruzara una mujer no estuviera por medio el problema de mi físico. Aprendí a modificar mi físico con mi manera de comer. Creía que mis problemas se solucionarían cuando encontrara pareja y que eso no pasaría hasta que adelgazara. Pensaba que el hambre era mi amiga, que mientras tuviera hambre era que estaba gastando mis abundantes reservas. Me hice vegetariano. Me lo tome como vivir a dieta. Pensaba que si mi cuerpo estaba en mi contra y quería guerra, tendría guerra. Comí una vez al día durante mucho tiempo, no se cuanto, un año dos, tres. Funciono, adelgacé. Mucho, y rápido. 40 kg en un año.

Así fue como volví a nacer. Pero adelgazar no fue la panacea. Ya no era un comedor normal como las demás personas. Me volví superdelicado con la comida. Conocí lo que era la culpabilidad por comer algo que sabia que me podía hacer engordar. Me tacharon de anoréxico, y admito que puede que rozara la anorexia en algún momento. Y por ello perdí amigos. Adelgazar para mi no fue el paraíso como esperaba, pero si fue bueno. Durante un tiempo fui feliz. Estaba contento con mi nuevo físico. Conocí mujeres a las que quise, y ellas parecían quererme. Soporte un primer desengaño pero no se reflejo en mi manera de comer. Pero la comida se estaba colando poco a poco por que había relajado mis hábitos. Estaba ganando peso lentamente.

Entonces, un verano, que estaba trabajando en una empresa dedicada al espectáculo, la música, y el mundo de la noche, me tope con alguien que era una persona muy adicta a las drogas. Esta persona, además, tenía poder sobre mí, por que era mi jefe. Veía que mi vida, mí sueldo, mi sustento, estaba en manos de alguien que me usaba como una herramienta, y que gastaba mucho dinero en drogas. Pase mucho miedo y angustia. Esto también se me junto con un fuerte desengaño amoroso, otra vez. Aposte por una relación en la que ella me estaba usando para vengarse de una relación previa. Todo esto se mezclo en mi cabeza y mis sentimientos.

No puede aguantar más y estalle.

Empecé a comer de manera destructiva. Empezaron los atracones.

Sentía mucha culpabilidad por darme un atracón. Y luego dejaba de comer varios días para compensarlo. Mi manera de comer una vez al día se convirtió en el atracón diario. Estaba dialogando con la comida, luchando con ella, intentando controlarla. Estaba desesperado por que no podía controlar lo que comía cuando tiempo atrás si había podido. Subí peso rápido. Al final tuve que dejar el trabajo por que no pude soportar más el maltrato que me estaban causando.

Encontré oa buscando ayuda por Internet, desesperado. Había comprado un par de libros de dietas, para intentar controlarlo, pero no me funcionaron, todo lo contrario. Eso si, yo tenía claro que lo mío era adicción, compulsión por la comida. La idea de ser adicto a la comida ya se me había pasado por la cabeza muchos años antes. Encontré oa cuando aun estaba trabajando. Me costo tres meses decidirme a ir a una reunión presencial. En este intervalo me puse ultimátum, me prometí a mi mismo, hice de todo. Pero nada funciono. Antes había buscado el apoyo en otros vegetarianos que necesitaba, y buscando lo encontré en oa. Empecé en las reuniones por Internet, (comencé un diario donde relataba mi experiencia, que aun hoy día sigo con el), y en cuanto pude fui a mi primera reunión presencial, donde quede con un compañero de mi ciudad al que había conocido en el Chat de oa.

En mi primer año en oa logre tener periodos de abstinencia. Al principio de llegar pensaba que esto no era para mí, que yo solo necesitaba que me refrescaran la memoria. Darme miedo viendo a los que estaban mal para yo poder recuperar el control con la comida que tuve. Pero seguía recayendo y levantándome.

Mi relación con la comida fue cambiando a medida que iba aprendiendo más sobre la enfermedad, y sobre como la adicción actúa en mí para paliar el dolor. Llego un momento, al perder el primer mes de abstinencia, que fui consciente de que mi vida tenia que cambiar si quería estar abstinente de forma permanente. Además perdí la abstinencia de un mes de la manera más tonta posible, durante una comida de trabajo. Como no podía arreglar, ni controlar, ni mitigar, ni paliar, la principal fuente de dolor en mi vida en aquel momento (mis deterioradas relaciones familiares), huí de ellas. Una compañera me comento que ella no había logrado estar abstinente hasta que se independizo, hasta que se fue de casa de su madre.

Yo lo había pensado muchas veces, pero nunca me había atrevido por miedo a no tener el suficiente dinero. Pero necesitaba salir de aquella casa; por que el volver de juerga a altas horas de la mañana y pasar por delante de la cocina, con la barra americana, era superior a mis fuerzas. Comer a puerta de nevera abierta viendo la tele y de pie, como la disposición de aquella cocina me incitaba, me estaba destruyendo.

Por aquel entonces después de dejar el trabajo, trabajaba en casa en formato freelance, por libre, sin horarios, sin tener que ir a la oficina. Así que estaba todo el día en casa. Me podía separar poco del ordenador. Al levantarme tarde no desayunaba. Bajaba de mi cuarto a comer y mi madre aprovechaba para hablar conmigo y hablarme como es ella, de dinero y de sus problemas, con lo que yo me agobiaba. La hora de comer siempre era para mí una fuente de conflicto y dolor, que yo por supuesto mitigaba comiendo. Y por la noche no cenaba por que me pillaba trabajando.

Fue mi peor época junto con la de antes de entrar a oa. Estuve una época de unos 15 o 20 días de la cocina a la cama y de la cama a la cocina. Seguía yendo a oa. A veces iba a las reuniones con muchas ganas de llorar, por que aquel día solo había parado de comer para ir a la reunión. Pero ahora se que no lo estaba haciendo bien, no estaba trabajando el programa como se debe.

Al estar la comida apoderándose de mi, fallaba en el trabajo y me llamaron a las oficinas de la empresa en la capital. Me dijeron que no estaba funcionando como trabajador por libre y me pusieron sobre la mesa trabajar en la oficina. Me agarre a esa oportunidad como un clavo ardiendo. Di el paso. Me fui sin mirar atrás. Me vine en parte por la fama de buena recuperación que tienen los grupos de oa aquí en la capital.

El salir de aquella cocina que tantos atracones me ha visto darme fue una liberación. Tener lejos la influencia negativa de mi familia, que para mi es toxica, fue muy positivo en mi desarrollo hacia la recuperación en oa. El saber que solo tengo que comer mi comida, por que la otra que veo en casa no es mía, es de mis compañeros de piso, me ayudo también. Empecé a trabajar el programa mas en serio, yendo a reuniones tres veces por semana. Logre encadenar casi 6 meses de abstinencia. Perdí todo el peso que me sobraba que había ganado en mi época de recaída. Pero era una abstinencia por inercia. Por que había salido del ambiente que me llevaba a comer, y se que realmente no me lo estaba trabajando como se debe. Así pues, al siguiente palo de la vida volví a recaer.

Para mí la combinación de mujeres, trabajo o familia, con comida a la vez, es un cóctel explosivo. Llevaba un verano teniendo resbalones por que no me iba bien en el trabajo y estaba intranquilo. No estaba de atracones, y doy gracias por ello, por que solo estaba teniendo resbalones, pero ahora veo que eso era estar en recaída, solo que no quería verlo. No podía evitar comer alimentos compulsivos, solo que lograba parar y no darme atracones. Y interiormente no tenía paz ni serenidad.

Y se me junto algo muy peligroso. Tenía problemas en mi trabajo. Y en la oficina había una chica que me gustaba, que estaba siendo acosada por un antiguo jefe que me debía un mes de sueldo. Sucedió en una cena con todos los de la empresa. No pude soportar la combinación de amor+trabajo, y la angustia me supero. Recaí. Lo vi venir. Las recaídas, al menos las mías, yo las veo venir. Llame a mi padrino, e intente no recaer. Pero caí.

Recuerdo el atracón claramente. Se me cerró la mente, me llene de miedo y terror. No veía a los lados literalmente, solo de frente. Me temblaban las manos y tenia el pulso acelerado. No podía articular dos pensamientos seguidos. Estaba hecho polvo mental y emocionalmente. Las manos se me iban y solo quería comer. Me vi otra vez registrando armarios, robando comida que no era mía. Estuve una mañana entera en la oficina que no podía parar de comer. Ahora se que la recaída esta ahí, a un solo bocado de distancia y que no quiero estar así por que pierdo mi propio yo. Pero me siento feliz por haber recaído, por que me hizo ver muchas cosas. Como cuales son las cosas que me originan dolor y que me pueden llevar a comer. Me hizo ver que necesito el programa por que estoy enfermo. Me hizo ver que no lo estaba trabajando bien. Y fue tocar fondo otra vez. Un toque de atención de la enfermedad.

Así que agache la cabeza, me trague mi orgullo, y empecé, por fin, a hacer caso de lo que me decían, que tan bien les ha funcionando a otras personas que viven en recuperación. Empecé a escribir agradecimientos y a hacer un plan de comidas. Empecé a meditar / rezar de vez en cuando, según me lo pedía mi estado emocional. Escuche a los que llevaban más tiempo en oa que yo y que su recuperación me gustaba.

Y fui consciente que el cambio tenía que ser profundo a todos los niveles, a todas horas del día. Comencé una reprogramación mental. Comencé a comer tres veces al día, no siendo solo fruta una de las comidas. En el camino de salir de esta recaída, creo que halle mi manera de trabajar el programa, y mi plan de comidas para no perder más peso. Perdí el miedo a engordar si comía más de una vez al día. Me di cuenta que la báscula y el peso, pueden ser tan dañinos para mí como un alimento compulsivo por que montarme en la báscula cuando no debo y según el resultado me puedo venir abajo nada mas bajarme. Y también vi como las relaciones afectan mis emociones, y empecé a pensar que por el momento no quería una relación por que me puede destruir. Tome consciencia de que debía aprenderlo todo de cero como un niño vuelto a nacer, empezando por comer, como relacionarme sanamente con otras personas, etc etc.

Sentí lo que en Oa llamamos un despertar espiritual. Me senti muy alegre de seguir viviendo en recuperación. Aprendiendo todo de nuevo, a vivir de una manera que no me haga daño. Por que para mi estar bien emocional, mental y espiritualmente, es cuestión de supervivencia. Sentí una tranquilidad, una alegría por vivir, una serenidad, que me ayudo, o fue consecuencia, de estar casi seis meses totalmente limpio con la comida.

Pero estoy enfermo. Sufro una enfermedad crónica, degenerativa e incurable. Que se puede detener, ralentizar y vivir con ella con una calidad de vida cercana a la normal, pero que nunca se puede curar por completo. La enfermedad estuvo latente otros casi 6 meses esperando a que yo le abriera la puerta, a que le diera una oportunidad y se desatara mi adicción a la comida. En mi cabeza esta la adicción y la obsesión, hablándome continuamente, para que coma. Cuando estoy abstinente, en sintonía con todo lo que es Oa (los compañeros y compañeras, mi poder superior, etc) la voz de la comida se calla, por que la voz de oa es más fuerte. Así pues como voy a tener que seguir comiendo el resto de mis días, a día de hoy, creo que voy a necesitar el resto de mi vida a Oa para que acalle la voz de la comida, la voz de mi enfermedad por la adicción a la comida.

Por que ya lo tengo comprobado, que según los vaivenes de mi vida, hay momentos en los que la voz de la comida se hace más fuerte y es en esos momentos cuando me juego perder mi abstinencia y recaer. He recaído varias veces desde que entre a Oa. Al principio mucho. Ahora menos. He visto una evolución. Al principio solo lograba estar libre de la compulsión por la comida durante días, luego semanas, y ahora meses. Poco a poco las recaídas se van espaciando, y tengo la esperanza de que con mi trabajo, esfuerzo, buena voluntad y fe, llegue el día que ya no recaiga más.

Mi segundo año de estar acudiendo a Oa, puedo decir que estuve abstinente la mayoría del tiempo. Valoro cada segundo que vivo libre de los atracones como si fuera el ultimo. Yo no soy como otros compañeros o compañeras de oa que están abstinentes desde el primer día que llegan a oa, hasta el fin de su vida. Ojala. A mi esas personas me dan mucha envidia. Yo simplemente lo hago lo mejor que puedo y se. Además que no soy perfecto, lo hago lo mejor posible, por que la perfección no existe. Es una fantasía enferma, igual que la búsqueda del físico perfecto a través del control de mi comida, como tantas veces me ha hecho creer mi enfermedad.

Además he aprendido que si recaigo, eso no significa que lo tenga que tirar todo por la borda y abandonarme a la comida. No. Si recaigo y como lo que no debo, me levanto y sigo adelante. Vuelvo a oa, y sigo trabajando. Por que el tiempo que haya estado abstinente antes, cuenta.

En semana santa de 2007 tuve una recaída. Y que. No pasa nada. No me culpo por ello. Estoy enfermo. Sigo viniendo. Sigo adelante. Aprendo de mis errores. Analizo por que he recaído y pongo medios para que la próxima vez no me vuelva a pasar.

Unas amigas me propusieron viajar conmigo en las vacaciones de semana santa a mi ciudad, por que tenían ganas de echarse unos días de playa. Yo dude inicialmente, pero al final dije que si inconscientemente. En parte echaba de menos mi ciudad, mi tierra. Me prepare espiritualmente lo mejor que se. Me lleve mis libros, medite. Avise a mis compañeros y compañeras a donde iba. Pero como ya he dicho antes, recaí.

Ya me paso antes en las mismas circunstancias. Casi 6 meses de abstinencia. Finalizando el 4 paso de oa. Viaje a mi ciudad y recaída. Parece una ecuación, una circunstancia mística en la que se dan estos factores. Pero irónicamente parece que dios me esta diciendo que si voy allí me la juego y recaigo, es como si una voz murmurara, no vayas, no vayas.

El primer día que estaba en casa de mi madre otra vez. Me encontré con comida especialmente preparada para mí, y una pequeña ración de un alimento dudoso que había pasado a compulsivo. Me lo comí por no llevarle la contraria a mi madre. Pero ya se sembró de nuevo en mi interior la semillita de la compulsión.

El segundo día de estar allí, tuve un compromiso social, el rodaje de una película. Me lleve mi comida, me salí del rodaje para comer. Pero me salte a la torera uno de los lemas de oa: “ni demasiado hambriento, ni demasiado cansado”. La noche antes del rodaje había dormido 4 horas por que tuve que llevar a mis amigas de juerga como buen anfitrión. Con solo 4 horas de sueño en el cuerpo y un desayuno abstinente me fui para el rodaje. Estaba cansado. Me pusieron el disfraz y bueno estuve todo el día haciendo ejercicio. Que si corre para acá, que si rueda para allá. En fin, es lo que tiene hacer de extra en una película (aunque la película sea no comercial y hecha por unos amigos). Normalmente, mi plan de comidas esta ajustado para poca actividad física, ya que mi trabajo es muy sedentario. Trabajo sentado y sin apenas moverme delante de un ordenador. El sueño y todo el ejercicio acentuaron mi cansancio. Y además, me abrieron mucho el apetito. Me comí mi comida abstinente que llevaba conmigo, pero apenas me tapo el hambre. Me sentía muy hambriento, hambre física, no emocional.

Cuando llegue a casa de mi madre estaba solo. Mi familia no estaba. Aquella casa tiene una barra americana, es decir la cocina no tiene puerta y da al salón. Agotado físicamente, y hambriento, vi toda la cocina llena de alimentos compulsivos. No me tocaba cenar hasta unas horas después. Comí un poco. Intente parar. No pude. Seguí comiendo. Aquella cocina que tantos y tantos atracones me ha visto darme, volvió a ser escenario de un nuevo atracón. Extrañamente tenía la cabeza muy fría, por que ha sido una recaída desde el punto de vida físico. Puro hambre. No fue por usar la comida para tapar mis emociones, sino para tapar hambre y cansancio. Y esto creo que fue la primera vez que me ha pasado, por que hasta ahora yo siempre he usado la comida como anestesia ante mis emociones. Me entere de todo, podía pensar, sabia lo que estaba haciendo. Pero no podía parar.

Fueron 4 días4 de locura. No me sentía deprimido. Ni culpable. Pero ya no sentía la alegría ni la fe que tenia días antes de ir a mi ciudad de nuevo. Eso si, comí alimentos que hacia mucho tiempo que no comía. Y me vi haciendo cosas que yo nunca antes había hecho. Planear atracones. Gastar mucho dinero en comida compulsiva en supermercados y tirarla luego a medio comer. Cuando tire toda esa comida, me decía: “hazte un favor, aleja toda esa comida tan dañina de ti.”

Esta vez que fui a mi ciudad no me lleve mi coche. Con lo que tenía que moverme en trasporte publico. Por lo tanto tenía que llevar dinero suelto en el bolsillo. Por desgracia tampoco vendían allí abonos de trasporte público. Yo con dinero suelto en el bolsillo soy muy peligroso para mí, por que puedo tener la idea de comprar cualquier cosa compulsiva para mí. Así que mi enfermedad aprovecho para salir a flote y querer yo gastar todo ese dinero de sobra en mi bolsillo para prepararme atracones.

En cuatro días de recaída engorde casi 5 kilos, a una velocidad pasmosa.

Pero fue irme de casa de mi madre, volver a mi lugar de residencia, y coger de nuevo la abstinencia. Esa recaída me hizo ver muchas cosas. Muchas de ellas las había escuchado en el programa y las he visto cumplidas en mí. Como que la enfermedad sigue avanzando aun estando abstinente, por que esta recaída fue mucho más fuerte que la anterior, que solo fue un atracón, esta vez fueron 4 días de locura.

He aprendido que aun tengo muchas heridas abiertas que tengo que trabajar, y que si estoy lejos de ellas puedo mantenerme estable, pero volver a los lugares donde esas heridas vuelven a mi cabeza hacen tambalear mi abstinencia y mi recuperación. También aprendí que allí la voz de la comida se hace más fuerte en mi cabeza, y que yo no puedo controlar ni decidir sobre viajar allí. Fue como si dios de una manera misteriosa me dijera que no viaje allí o recaería. Si allí la voz de la enfermedad se hace más fuerte, necesito que cuando vaya allí la voz de oa sea más fuerte, por lo tanto solo podré viajar allí, no cuando ni como yo quiera, si no cuando dios quiera, es decir cuando en mi ciudad haya convenciones o eventos de oa. Y además aprendí también que no debo alojarme más en casa de mi madre, por que soy impotente ante la comida que hay allí. Además allí la enfermedad se hace más fuerte, y la ingobernabilidad de mi vida se hace más fuerte, por que la vida se me acelera. Todos mis amigos quieren verme. Todos quieren quedar para ir a comer o cenar. Y el tiempo vuela.

Además me di cuenta como la comida hace que vuelva poco a poco al estado mental en el que estaba antes de llegar a oa. Me desconecta de mi serenidad, de la tranquilidad, de la alegría de vivir que sentía. Así pues eso me convence que necesito estar con la cabeza conectada al programa, por que si no se me olvida de que soy comedor compulsivo y quiero vivir como antes. Y para eso necesito mis tres reuniones semanales, que cuando viajo me pierdo. Y necesito quien me apadrine con un estrecho contacto diario para estar en constante trabajo del programa y no dejar que la voz de mi cabeza gane terreno y de paso a la enfermedad.

Pero en el fondo creo que debo sentirme afortunado, por que aquella recaída no logro llevarme a la depresión. No logro que abandonase OA. Y pude vivir este año la mayoría del tiempo libre de la compulsión por la comida, cuando el año anterior estuve casi todo el año en recaída. Cada recaída me ha hecho acercarme más al programa, y después de esa recaída sentí mas ganas que nunca de seguir trabajando por mi recuperación.

Paso un mes. Se me presento un viaje al que yo había dicho inicialmente que no iba a ir por tema de dinero, pero finalmente me invitaron y no pude decir que no. En este viaje me acompaño la que hoy día es mi pareja.

Los viajes me descolocan, hacen que los pilares de mi abstinencia se tambaleen, y además provocan en mí una serie de emociones que hacen que pierda la serenidad. También en la incertidumbre sobre lo que voy a comer y cuando lo que me lleva a la recaída.

Ese fin de semana recaí también, y me di cuenta que no podía parar, que necesitaba un padrino, y que baso mi abstinencia en tener excusas, coartadas, motivos, poner barreras para no comer, por que yo siempre quiero comer si me dejo y me escucho a mi mismo.

Fue volver del viaje y el lunes ir a una reunión y gracias a dios volver a estar en abstinencia.

Pero ya no era igual, me estaba desconectando del programa de oa. Había perdido la paz y la espiritualidad. Cierto es que los atracones no me hicieron hundirme, pero los viví con la cabeza totalmente fría, dándome cuenta de todo lo que hacia, queriendo parar, y no poder, como si estuviera poseído

A la semana de este viaje, mi pareja vino a cenar a casa para estar conmigo. Ella sabe de mi enfermedad y de oa, pero es una comedora normal. Ella normalmente trae su comida, por que tiene otra forma de comer totalmente distinta que yo le respeto ya que ella me respeta y tolera a mí.

Pero aquel día, en un descuido ella olvido en mi casa un alimento compulsivo, que cuando volví, me lo comí.

Me asuste de verdad, por que de 6 meses, había pasado a 1 mes y luego a 1 semana. Los tiempos de abstinencia iban a la inversa, ya que ese camino pero al revés, lo había recorrido al principio de entrar en oa. Lo siguiente que me quedaba era la recaída total. Tenía que hacer algo, no podía dejarme llevar a la recaída total. Ya había estado allí y no quería volver a ese infierno. Medite y pensé en dios, y este me mostró la solución.

Hable con ella, y ya no se dejara nunca más alimentos olvidados en mi casa, por que sabe el daño que me puede hacer. Ella puede traer lo que quiera y comérselo, a condición de que no me ofrezca y luego se lo lleve. Tengo un gran apoyo en ella por que me ayuda mucho ya que me comprende, aunque como dice en los libros muchas veces las parejas de alcohólicos piensan que con amor pueden curar la enfermedad y se que ella piensa eso. Yo se que no, por que soy adicto a la comida hoy, y mañana y a la otro día, pero ahora tengo un motivo mas para vivir. Uno muy importante.

Busque un padrino y empecé otra vez desde cero. Volví al punto de partida. Tengo tan asimilado que si recaigo sigo adelante, que la respuesta ante una recaída, ante comer algo compulsivo, me sale automática. Voy al grupo, llamo, escribo y no dejo de seguir adelante. Una recaída para mi es algo muy delicado, pero no es el fin. No tengo que hacerlo todo perfecto, pero no tengo que dejarme llevar, simplemente lo hago lo mejor que puedo.

De nuevo otra vez tuve un gran lapso de tiempo estando abstinente, sin comer compulsivamente y seguí trabajando por seguir viviendo lo mejor posible. Mi nuevo padrino me ayudo mucho con una nueva manera de trabajar el programa que desconocía, y también aprendí como soy muy sensible además de empático y absorbo las emociones de los demás, sobre todo las que son negativas. Y por eso necesito tener mi mente conectada al programa mediante la fe en mi recuperación y mi poder superior. Las actitudes enfermas de personas que no saben relacionarse unos con otros y lo hacen haciéndose daño a mi me afectan y me duelen sobre manera y me llevan a recaer.

Eso es lo que me ha enseñaron esta serie de recaídas, eso y que necesitaba apadrinamiento urgente. Seguí trabajando otra vez con más ganas que nunca, y dando gracias por cada segundo de vida que he podido arrebatarle a la enfermedad.

El desviarme de la fe es el mayor peligro para mi recuperación. La fe es el norte de mi recuperación. Oa me ayuda a ser mi propio psicólogo, y la fe es lo que me da la motivación para seguir adelante, para seguir viviendo trabajando, haciendo todo lo que tengo que hacer para vivir en recuperación, es decir para seguir usando las herramientas, para seguir viniendo.

Mi fe flaquea cuando la enfermedad alza su voz. Es en los viajes cuando soy especialmente vulnerable. Habitualmente tengo construida a mi alrededor una rutina que me protege de recaer y de la comida compulsiva. Pero cuando viajo esa rutina desaparece y me veo sometido a la presión que suponen las emociones de viajar, de conocer gente nueva, de volver a ver personas de mi pasado, de no saber que, como, cuando y donde voy a comer.

Así pues aprendí que cuando la fe flaquea, y la enfermedad se hace más fuerte, necesito que la voz de oa resuene en mi cabeza con más fuerza. Cuando viajo necesito llamar el doble, escribir el doble, y por supuesto seguir yendo a reuniones. Desde que entre a Oa no he dejado de ir a reuniones nunca, por que en ello esta mi recuperación.

Por eso suelto riendas con este aspecto de mi vida, yo viajare cuando haya convenciones de Oa a las que ir, o a las ciudades donde haya grupos de oa a los que asistir, así me aseguro que vaya donde vaya, la palabra de oa y mi recuperación irán conmigo. Así puedo compartir también mi fortaleza y esperanza. Así no me alejo del lugar donde nació mi fe, que es Oa. Puede que me aleje geográficamente de mi grupo, pero no de Oa, por que siempre puedo visitar a otros grupos.

Por que de otra manera, yo no quiero alejarme de la fe, no siento que yo mismo pueda dudar de la fe, después de todo lo que esta me ha dado, que es una nueva vida. Eso si, la comida, y las recaídas tienen el poder de hacer que se me olviden cosas básicas del programa, pero cuando salgo de la recaída, vuelvo con mas fuerza al programa y siempre aprendo de la recaída, y por que recaí, y que estaba haciendo mal que me llevo a recaer.

Ahora ya no tengo el orgullo de creerme que yo solo puedo, que yo lo se todo y que yo estoy en lo correcto. No. Ahora se que necesito ayuda, que dios esta ahí para mi si yo lo quiero y lo busco, y que en Oa y en el trabajo de los pasos están las respuestas. Que hay muchas personas iguales que yo a las que puedo recurrir para que me ayuden, y que yo puedo ayudar a muchas otras. El orgullo de creerme en lo correcto y en la autosuficiencia, lleva al aislamiento y al no querer pedir ayuda ni a buscarla cuando es necesaria.

Tocar fondo es esencial para desear la recuperación. El fondo de cada comedor compulsivo es personal, eso es lo que creo yo. Mi propio y personal fondo, mi infierno en vida creado por mi mismo a mi medida, mi callejón sin salida, mi “hasta aquí hemos llegado”. Mi momento definitivo donde tuve que escoger vivir o morir, el momento en el que vi que mi vida era una locura y que no podía seguir así por que me estaba matando lentamente a base de atracones y exceso de comida.

Es en este fondo, donde muchas personas se dan ultimátums o acarician la muerte como una solución aceptable. En el descenso a este infierno personal la degradación de la persona incluye de todo: dietas abusivas o extremas, vómitos, comilonas, robos de comida o dinero para comprar comida, mentiras, esconder comida, operaciones del aparato digestivo, conductas temerarias suicidas, etc… Yo hice alguna de esas cosas que nombro aquí.

Y no hace mucho. Cuando recaigo todas estas conductas vuelven a mí, y con más fuerza. Mi recuperación se anula y estas conductas autodestructivas que estaban en un cajón vuelven con mucha mas fuerza si cabe. En mi última recaída pude comprobar como la enfermedad avanza y es degenerativa por que me vi haciendo algo que no había hecho antes: planeando atracones, y asaltando supermercados a golpe de tarjeta de crédito. Mi propio y personal viaje a los infiernos de la compulsión por la comida.

Es ese tocar fondo lo que me da las ganas de salir de el y de querer recuperarme. Es una especie de fuego que siento en el corazón, un ansia de redención, unas ganas de querer vivir mejor. Es un sentimiento mucho más fuerte que cualquier motivación que haya sentido jamás, y que termina mutando en fe. Pasa de ser de unas ganas de vivir, a una gran esperanza a una fe en el programa de 12 pasos y en mi poder superior. Al final de este sentimiento se haya la abstinencia.

Llegue a Oa hace varios años. Aprendí que sufro de un trastorno de la alimentación, una enfermedad que deteriora mi calidad de vida y que es en última instancia, mortal. Ser consciente de que padecía esta enfermedad me costo mucho trabajo. Tuve que sufrir sus efectos y síntomas para tomar conciencia de ello. Desafortunadamente mi enfermedad, la compulsión por la comida, no esta tan documentada y reconocida como sus enfermedades hermanas: la anorexia y la bulimia, por mucho que compartan algunos síntomas.

Una vez fui consciente de la enfermedad que padezco, aprendí que puedo vivir con ella igual que un diabético convive con su enfermedad. Necesito, igual que un diabético se inyecta insulina a diario, hacer ciertas cosas por mi recuperación para poder vivir de una forma digna sobrellevando mi enfermedad.

Así pues empezó el viaje de mi recuperación. Como venía de estar con la enfermedad en activo, tuve que tener durante una época cuidados paliativos hasta que los atracones pararon y la enfermedad disminuyo. Entonces empecé a buscar el por que de mis atracones y a analizar mi interior para ver por que había terminado llegando hasta ese punto.

Entonces empecé una fase de “mantenimiento”, pero como el diabético, necesito seguir trabajando a diario. La enfermedad es degenerativa, y sigue adelante, con lo que cada vez necesito trabajar más por mi recuperación.

Cuando me relajo, o los factores que acentúan mi enfermedad se refuerzan, tengo recaídas y vuelvo a la pesadilla de los atracones, pero noto que he evolucionado mucho, aunque me queda mucho aun por mejorar. Aun en las recaídas los atracones suelen ser menores. Pero si me descuido la recaída puede empeorar. Así que aun en recaída no puedo dejar de usar las herramientas de recuperación de Oa.

Antes vivía en un atracón perpetuo, ahora puedo contar el tiempo que he tenido atracones el último año. Y sigo trabajando para que algún día, si dios quiere pueda decir que ese año no he tenido atracones.

Y aun cuando tengo un episodio de recaída en la comida, noto que mi cabeza esta mucho más estable que como me recuerdo a mi mismo atracándome hace varios años, totalmente fuera de mi. La comida y la enfermedad podrán con mi voluntad momentáneamente, pero siento que no puede con mi alma, ya que yo deseo la abstinencia y la recuperación con más fuerza que nada en esta vida.

Aun en recaída, y con comida en las manos, he estado pensando en Oa, en el programa y en parar, y lo he logrado, he tirado comida a medio comer pensando que me estaba haciendo a mi mismo un favor. He sentido que mi propio cuerpo rechazaba esa comida por que me sentaba mal. Y luego dios me ha respondido y me ha puesto donde tenia que estar camino de la recuperación mediante llamadas de compañeras de Oa. Y como no de cada recaída he aprendido, y de esta en concreto aprendí lo siguiente:

-No puedo probar solo un poquito de mis alimentos compulsivos, o acabara atracándome antes o después.

-No puedo probar líquidos que lleven azúcar, por mucho que piense que es psicológico, el azúcar también tiene su factor físico y adictivo.

-No puedo aislarme ni relajarme en el trabajo de mi recuperación. Necesito un plan de acción, dedicar todos los días una hora a Oa, y poder llamar a diario a las compañeras.

Cada recaída tiene su mensaje y su consiguiente vuelta al camino, que cada vez me ha acercado más. Deseo con esperanza y ruego para que cada recaída que me recuerda mi fondo, me acerque mas a mi recuperación y me lleve a decir que hace años que no recaigo y que estoy con los vencedores, con los que se están recuperando, lugar en el que ya me siento y en el que quiero quedarme aun mas si cabe, y mejorar mas aun.

Mi vida siguió durante un tiempo abstinente. Yo no tengo una recuperación perfecta como otras compañeras que están abstinentes desde el día que entran en Oa. Ojala. A mi me cuesta avanzar en mi recuperación poquito a poco, y es un trabajo continuado.

Pasó el tiempo, casi un año, y volví a recaer.

Viaje a mi ciudad, volví a mi tierra, otra vez. Y allí me estaba esperando mi pasado, aguardándome a llevarme de vuelta al infierno de la compulsión por la comida del que había salido. Mi familia es mi familia, y no puedo negar que tengan derecho a verme. Esto pensé cuando viaje allí para visitarles aun a sabiendas del peligro que eso me conlleva.

Me dijeron ese verano en el trabajo que tenia que coger 15 días de vacaciones por fuerza. Soy consciente de que en vacaciones mis hábitos alimenticios se alteran, así que tenía mucho miedo de las vacaciones. No quería vacaciones. La semana antes de irme el miedo y la angustia era tal, que tuve una recaída emocional. Una compañera con la que hable por teléfono me hizo volver a la realidad y huir del miedo a recaer, que se convertía en miedo a viajar a mi ciudad. Si iba con miedo, recaería por puro miedo antes siquiera de haber iniciado el viaje.

Ese miedo lo tenia en parte, por que se, he notado, que mis recaídas son estaciónales. Recaigo en vacaciones, cuando mi rutina que me mantiene abstinente cambia y me quedo en el aire. Recaí en las fiestas del año pasado, en navidades tuve un resbalón pero aguante, en semana santa recaí, y me costo salir hasta mayo, hasta que llego agosto y recaí otra vez como paso a contar otra vez. Quizás ya estaba tocado y el siguiente año ha ido de recaída en recaída, por que no he tenido una abstinencia larga, sólida y duradera, si no constantes devaneos con la comida. Es como si me relajara cuando mi rutina se altera, y entonces mi abstinencia flaquea por que la enfermedad aprovecha cualquier cambio para meterse de nuevo y llevarme a comer compulsivamente.

La primera semana en mi ciudad fue bien. Estaba lejos de casa de mi madre, el lugar que tantos atracones me ha visto darme. Vivía con mi novia en un apartamento en la playa. Iba a los grupos. Estaba abstinente, vivo y disfrutando.

A la mitad de la segunda semana cometí el error de comer en casa de mi madre. Aquella casa tiene el poder sobre mí en cuanto a comida se refiere. Es entrar por la puerta y ya estoy comiendo. Rompí inconscientemente algo que me había dicho a mi mismo. No puedo volver a comer allí, puedo visitar esa casa entre la hora de la comida y la hora de la cena, pero nunca jamás puedo comer allí, por que es billete directo de ida a la recaída. Y aun así, por ajetreo de las vacaciones me plantee una comida allí.

Luego tuve una pequeña pelea con mi pareja, que me altero las emociones, no fue nada grave, pero como comedor compulsivo que soy, soy muy sensible, y le di mas importancia de la que tuvo.

Cuando me quise dar cuenta le estaba cogiendo comida a ella a escondidas. Dándole vueltas a la cocina y a las cosas para que no me pillara, ocultándome para comer. Todo empezó por un alimento que probé, la leche con canela y limón, la horchata, líquidos azucarados, que ahora se que me son muy compulsivos y que por aquel entonces no sabia, por que nunca antes los había tomado estando en OA.

Volvimos de viaje, y la primera mañana de estar de nuevo en casa, me encontré la nevera totalmente desprovista. Pensé en desayunar fuera de casa, y madrugue, y fui a gastarme el suelto que tenia a una tienda de ultramarinos, en dulces que comí andando hacia el trabajo.

Entonces comenzó la locura. La espiral de degeneración de atracones y descontrol. Fueron unas semanas muy extrañas en las que ejercí mi enfermedad en toda su extensión. No llevaba nunca dinero suelto para no caer en las maquinas de vending. Mi enfermedad salto esta barrera y empecé a comprar en los supermercados con tarjeta de crédito, lo que me hizo comprar mayor cantidad.

Me vi a mi mismo haciendo cosas que no había hecho nunca antes, incluso las reuniones no me ayudaban. Hace tiempo, en otras recaídas, iba a una reunión y salía de allí abstinente. Pero en aquel momento no. Tuve tanto mono, me he obsesione tanto, que salí de una reunión y me fui derechito a un supermercado.

Otra dificultad añadida fue que en mi trabajo no paran de traer comida. Cogieron la costumbre de traer pasteles por la mañana para desayunar, y hizo que la tentación se potenciara. Siempre tenía alimentos compulsivos a mano durante mi jornada de trabajo, y tengo la sensación de que vivo rodeado de veneno, como si fuera a trabajar a una central nuclear pero sin traje de protección, vamos que me sentía muy expuesto y débil a la comida allí. Sabía que si recaía, mi trabajo seria mi perdición por que allí estoy rodeado de alimentos compulsivos. Afortunadamente encontré la manera de contrarrestar la voz de la comida en la oficina, hacer que la voz de oa sea más fuerte, teniendo literatura en mi mesa, y leyendo cada poco que tengo un segundo libre en el trabajo. Así pude ir saliendo adelante en la oficina.

El malestar físico que me causa un atracón es tal que he llegado a aborrecer ciertas clases de comida. Es como si amase y odiase el acto de comer al mismo tiempo. Después de un atracón me quedo como si me hubieran dado una paliza, totalmente hecho polvo. Mi vientre se abulta y me siento llenísimo, es como si cargara un ladrillo en mi estomago.

Después toda la boca me sabe a barro, se me queda seco y nada de lo que coma me sabe bien, solo el dulce me quita ese mal sabor de boca que me dura un tiempo. Por otro lado, el malestar de estomago es terrible, me dan punzadas como si fueran puñalada, y no paro de ir al baño cada dos por tres hasta que me vacío y saco todo lo malo que he comido de mi. También me duele el dineral que me gasto en comida. Cuando tengo fuerzas que salen del programa, que tengo en mente mientras estoy comiendo mal, pido ayuda, y he tirado la comida. Y me duele tirar comida, mi interior no quiere, quiere comérsela, pero si tiro la comida y no me la como la cosa va bien, por que esa comida es basura y no la quiero en mi vida. Pero me duele tirar comida que es cara. He de pensar que ese dinero me lo podía gastar en llamar a compañeros del programa y estaría mucho mejor invertido.

La recaída me ha llevado a la autocompasión, a apiadarme de mi por que pobrecito tengo una enfermedad grave. He sentido impotencia ante mi enfermedad, un cansancio de estar enfermo, por sentirme menos que otras personas, y esto me ha llenado de negatividad. Me he sentido muy limitado por la enfermedad, por que he sido consciente de mis limitaciones como comedor compulsivo, especialmente los viajes. Veo fotos de amistades que viajan mucho, escucho como los compañeros de trabajo viajan donde les apetece, se recrean en la gastronomía, tienen una vida social intensa llena de viajes, comidas y encuentros, y yo no puedo, por la comida, por que todo lo que me aleja de las reuniones me acerca a los atracones, y me siento menos persona, harto de estar enfermo, impotente ante mi enfermedad, menos vivo. Y todo esto me acerca un poco mas a la recaída, no puedo pensar de esa manera, no puedo pensar en todo lo que he perdido a causa de la comida, los atracones y la obesidad, si no pensar en todo lo que he ganado, la gente que he conocido, y todo lo que he vivido, la gente maravillosa que he conocido, lo que he crecido interiormente, la causa que he encontrado, lo que he ayudado y me ayudan.

El último atracón de esta recaída sucedió como sigue. Era un día de diario que tenia que trabajar. Llevaba apenas dos días abstinente. Me levante tarde y aun medio dormido me sonó el móvil dos veces. Era mi novia, que estaba preocupada por mi. La verdad es que me agobie un poco, con llamadas a esa hora de la mañana. Cuando llegue al trabajo la llame y estuve hablando con ella.

A la hora de comer, un poco antes de irme de la oficina, me volvió a llamar. Me sentí revuelto, emocionalmente inestable, agobiado, por tenerla tan detrás de mí. No nos peleamos (de hecho no nos peleamos mucho), pero ella sabia que estaba en recaída y se preocupa tanto por mi que a veces parece que me estaba controlando. Hablando con ella yo intentaba cortarla, le decía que tenía que irme a comer, que no podía hablar más con ella, que se me pasaba la hora libre, y ella aun así seguía hablando más y más. Me notaba mal, y le daba vueltas a todo buscando que yo me encontrase bien para ella recuperar la confianza en nuestra relación y en nosotros.

Me dieron las 2 y media hablando por teléfono. Cuando quise ir a casa a comer según mi plan de comidas, ya no me daba tiempo. Además tenia que ir al banco a solucionar una gestión en mi hora de comida, una gestión urgente.

Fui al banco y no pude hacer la gestión, y me encontré con dinero en el bolsillo. Entre en un supermercado para comprar algo para comer, y no había allí nada abstinente para mi. Acabe en un restaurante donde había ido otras veces a comer con los compañeros del trabajo, pero esta vez fui solo. Pedí un menú que caía dentro de mis alimentos no compulsivos, pero me pusieron pan. Y me lo comí. Y luego pedí postre, una Mouse de fresa. Ya estaba comiendo dulce y harina. Lo había probado. El atracón estaba servido.

Llegue al trabajo y las mismas galletas que esa mañana no había querido, me estaban allí esperando. Me las comí a puñados, de 4 en cuatro, dando viajes a la cocina, ocultándome de los compañeros, la locura.

Salí rezándole a dios por no darme un atracón, pero yo sabia lo que iba a pasar, era superior a mis fuerzas. Como un zombie entre en un supermercado y gaste mucho dinero en comida compulsiva. Aun así logre no gastar el dinero efectivo que tenia destinado a esa gestión. Pague con tarjeta.

Mientras caminaba hacia casa comiendo por el camino, pensaba me meto con esto en el cuarto me lo como todo hasta que reviente y lo vomite todo, a ver si así le cojo asco y no quiero repetir un atracón jamás. Un pensamiento totalmente demente y de tintes bulímicos. Era presa de mi compulsión enferma.

Me encerré en el cuarto. Devore la mitad de la comida y ya no podía mas. Tuve un momento de lucidez, pensé que no podía destruirme mas así, y lo que hice fue salir a la calle y tirarlo todo, incluido los restos, en bolsas de basura bien cerradas. Tire comida entera sin abrir o apenas picoteada. Pero no quería destruirme más. Además sentirme tan lleno me hacia sentir muy mal. No podía pensar y me sentía fatal, a punto de vomitar.

Esta recaída me ha enseño, que tengo nuevos alimentos compulsivos que antes no conocía. He constatado varias cosas que había escuchado en las reuniones. La primera que la enfermedad es degenerativa y si no se detiene va a peor. Esta ha sido mi peor recaída de todas las que he vivido. Se que la siguiente será peor, y no quiero pasar por eso por que me puedo llegar a matar a mi mismo, o destruir la calidad de vida que he logrado.

También he aprendido, que las recaídas en mi caso son estaciónales, he avanzado en mi enfermedad de estar comiendo siempre, como al principio de mi historia, a recaer puntualmente, sobre todo cuando viajo. Estos viajes coinciden que son en épocas de vacaciones y a mi ciudad. Sobre todo por que allí esta la casa de mi madre, y esa casa es entrar por la puerta y estar comiendo mas automáticamente. Tengo que tener mucho cuidado con las diferentes épocas de vacaciones (navidad, semana santa, verano, puentes) por que es cuando recaigo, cuando me sacan de mi rutina.

Logre tener 5 o 6 meses de abstinencia por que aguante las navidades pasadas, así que ahora siento que ya he aprendido a tener una rutina que me mantenga abstinente, tengo que aprender a viajar de manera abstinente. Y sobre todo renunciar a volver a mi ciudad y a casa de mi madre por mi propio bien, sobre todo hasta que este mucho mas recuperado y me sienta con fuerzas para enfrentarme a ello, cosa que hoy día no.

Cada día que paso soy más consciente de mi enfermedad, del daño que me hago con ella, pero también de que hay un camino, y que estoy en el sitio correcto para recuperarme. Tengo fe en ello, fe en mi recuperación. Por que yo he visto los milagros de los que hablan los libros de OA, personas que no vuelven a comer compulsivamente, que celebran 5, 7, 12 años libres de atracones. Y he visto esos milagros cumplidos en mi en parte, aunque yo solo haya logrado vivir libre de la compulsión de la comida durante 6 meses el máximo tiempo. Es mucho tiempo y mucha calidad de vida, cuando yo no era capaz de dejar de comer compulsivamente ni un solo día de mi vida.

Por eso sigo en Oa, por que he visto en mí y en otras personas, que si se trabaja, si se cree en ello, y si hay ganas de recuperarse, funciona. La recuperación es posible, solo hay que desearla y trabajar por ella.

Estar en paro no es un plato de buen gusto. El 10 de septiembre de 2008 me quede en el paro. Era de prever trabajando en una empresa del sector inmobiliario con la crisis que estaba aconteciendo. Cuando me lo dijeron me quede sorprendido, pero en la antesala de mi cerebro me lo estaba esperando. Ya había habido otros recortes en la empresa, pero me había librado y estaba en la falsa idea de que era imprescindible. De hecho, me habían subido el sueldo, supongo que para que no me fuera, con la ayuda de un compañero / jefe que había apoyado mi petición. Supongo que la crisis hizo que hasta los imprescindibles nos hundiésemos con el barco, puesto que cerraron la oficina en la que yo trabajaba.

Con los jefes termine muy bien. Con una relación inmejorable. Sabía que aquella relación laboral se terminaba no por mi causa o culpabilidad, si no por que la empresa prescindía de una parte de si misma que le hubiera gustado conservar, como cuando se amputa un miembro para salvar el cuerpo. Me ofrecieron incluso ayuda económica, y seguí trabajando para ellos en modalidad freelance, desde mi casa.

Cuando el trabajo se acabo casi me sentí liberado. Necesitaba descansar. Previendo todo aquello había cogido otro trabajo externo y estaba sobrecargado. Y también tenía la preparación de un evento. Necesitaba parar y descansar. Además era como salir de la tensión de un barco que se esta hundiendo, viendo a compañeros ser despedidos de tanto en tanto. Me lo tome bastante bien.

Sin embargo sufrí un pequeño golpe al ir a la oficina de empleo. Vi las colas de desempleados, y la cantidad de gente solicitando empleo. Eso me hizo ver la realidad de la situación.

Otro día me sentir mal al ir al supermercado. Vi que mi economía ya no era la que fue antaño y que tenia que cortarme al hacer la compra y al querer hacerle un regalo a mi novia. Le quise comprar una bonita libreta, pero eran caras y no pude hacerlo. Aquello fue un golpe para mi orgullo y autoestima, a la par que me hizo sentir miedo. Ahora era un parado sin ingresos fijos como antes y tenía que preocuparme por cada céntimo.

Se como es mi madre, y se lo que se preocupa por mi. Por tal de no aguantar su pesadez y presión sobre mi, y para que no se preocupara, no le dije nada. Suficiente era ya con estar parado, como para encima tener que aguantar a mi madre.

A todo esto se une la circunstancia de que llevaba apenas dos meses viviendo con mi pareja. Habíamos alquilado juntos un apartamento. Y justo dos meses después de haberlo estrenado, me quedo en el paro. Con el piso a medio montar, con una serie de gastos pendientes, como comprar muebles, cortinas, etc, etc. Aunque mirando el lado bueno, así tendría tiempo para hacerlo todo. Aunque claro para obtener todo el papeleo necesario para alquilar el apartamento, presente la nomina de mi anterior trabajo, con unos ingresos que ya no tenía.

El ocultarle a mi madre y a mi casera el hecho de estar parado, me hizo no sentirme honesto, como si no aceptara las consecuencias de estar parado. Fue un fuerte latigazo de mi autocompasión.

Parece que mi vida en este momento era muy agitada, pero yo seguía estando sereno y abstinente, sin muchas dificultades para cumplir el plan de comidas. A pesar de todo lo que me estaba pasando yo estaba tranquilo, muy tranquilo, sabiendo que mi paz interior era lo que me unía a mi abstinencia.

Después de esto se me presento una oportunidad de ocio en un pueblo medieval. Algo que es mi pasión, una recreación de la edad media. Pero esta clase de eventos están muy centrados en la comida. Hay muchos dulces y mucha carne por todas partes. Irónicamente el fin de semana me coincidió con una convención de Oa en la otra punta del país. Era como si se me enviara un mensaje, de que yo en aquel momento debiera estar en otro lugar. Y creo que me resistí a renunciar totalmente, por que a pesar de no poder ir, dije que les ayudaría a montarlo. Con la consecuencia de exponerme a todas esas cantidades de comida, y de alimentos fuera de mi lista de alimentos permitidos, o alimentos seguros.

Aunque otras veces he estado en eventos así, creo que fue entonces se empezó a gestar la recaída, al no renunciar al evento. En el pasado he ido a otros eventos similares y me he mantenido abstinente. Pero he tenido que tener en mente todo el rato el programa. Y no es lo mismo ir como asistente que como organizador. Tuve que ir cuatro días antes, y estas allí comiendo fuera de mi plan de comidas, viendo muchos alimentos, cocinando para otros, y comprando comida en grandes cantidades. Con mucho estrés, con mucho sueño.

Inicialmente estaría allí dos o tres días ayudando a preparar y luego me iría a la convención. Para empezar no había lo que yo desayunaba habitualmente, fruta y te. Así que me tuve que adaptar y empezar con el café descafeinado. Como no había sacarina, le empecé a echar cola-cao de sobre. El café capuchino siempre me ha gustado mucho. Los primeros días pude hacer un plan de comidas más o menos estable pero cocinando yo para entre 4-6 personas. Después tras un trance de un madrugon con pocas horas de sueño, tuve que tomar un café cargado, y me note muy nervioso. Normalmente no tomo café cargado pero me notaba inestable. Pude hablar por teléfono con compañeros de oa, con mis amigos y con mi novia, y el hablar de programa me hizo mucho bien. La compulsión se mantenía lejos de mí. No lo estaba haciendo perfecto pero estaba sobreviviendo. Pero mi plan de comidas se había ensuciado.

También me conté una mentira que yo mismo me creí. Desde hace tiempo tengo un par de pequeñas manchas en la cara, como pequeñas verrugas. Unas se curan, otras van saliendo en otro sitio, y así. Hace tiempo estuve en el medico y me mando un tratamiento y unas vitaminas. Por lo visto me salen por tener las defensas bajas al ser vegetariano, por que también me dio en unos análisis el que tenía el nivel de defensas bajos, o yo lo interprete así. Así que la mentira que me conté era que tenía que comer proteína animal para tener mas defensas y que esas pequeñas manchitas de mi cara desaparecieran. Eso dio pie a la enfermedad, a mi ansia de comer, abrió la puerta a comer queso, jamón, lomo y otras cosas que no como habitualmente. Use una aflicción física como excusa para comer. Igual que otras personas se cuentan mentiras y se las creen para justificar su obesidad y su incapacidad contra ella. Por que es mi metabolismo, por que tengo un problema de tiroides, etc, etc, etc. Es el mismo razonamiento enfermo, y lo abracé alegremente. Soy adicto a la comida y mi subconsciente quiere comer, y busca crearme coartadas para llevarme a comer compulsivamente sin que yo me de cuenta. En cuanto a la comida, no soy responsable de mis actos.

Creo que rebase la línea por que ya había comido algunas cosas que si bien no eran claramente compulsivas si eran dudosas. Pero aun no había tenido un atracón consciente. A lo mejor no estaba comiendo compulsivamente, pero si estaba comiendo en exceso, y cosas que no como habitualmente. No se como no supe verlo, puesto que me han enseñado que las recaídas son graduales. Tras un año abstinente me estaba cocinando la recaída.

En el tren a la convención una compañera me dio a comer frutos secos. Quizás ella si pueda comerlos, pero yo dudo si puedo o no. Es una clase de alimento que evito por ser muy energético, que no se claramente si es compulsivo o no, o que no quiero saberlo, por que se en el fondo que si es compulsivo, y que tengo que renunciar a el. Solo que a veces lo he comido y no me ha pasado nada. Aunque he aprendido de muchas compañeras que un alimento dudoso es un alimento compulsivo el cual no quiero reconocer que es compulsivo, y tengo miedo de dejarlo. Ahora se que si lo dejo, no pasa nada. El mundo sigue girando, mi vida sigue, y no pasa nada por que no coma x alimento.

En la convención estuve muy bien con las compañeras, y me sentí muy protegido y arropado. Quizás eso hizo que me confiara, puesto que pensé “como voy a recaer aquí envuelto en todo lo que es el programa”. Pero no puedo confiarme. La primera noche me quede con hambre y tuve la feliz idea de salir fuera a comprar algo de comida extra. Una bolsita de frutos secos que me comí paseando. Me permití a mi mismo repetir en todos los platos. Una buena cantidad de comida extra. Ahora se que soy compulsivo también a las cantidades. Otra mentira que también me conté, es que como no quería adelgazar más tenia que comer para no bajar de peso, o rozaría la anorexia bajando demasiado de peso y teniendo un aspecto enfermizo. La enfermedad pone en mi cabeza todos esos pensamientos enfermos con el único objetivo de que coma compulsivamente.

Estaba teniendo desde hace meses problemas con mi definición de abstinencia. Antes mi abstinencia era “no darme atracones”, y ahora mi abstinencia era “no comer alimentos compulsivos”. Y en estos días había vuelto a mi antigua forma de abstinencia, que ya no me valía, por que me acercaba terriblemente al peligro. Todas estas mentiras y autojustificaciones lograron hacerme volver a comer otra vez.

Lo extraño es que en el momento no me sentía mal, ni culpable, ni me ponía nervioso o deseaba comer rápidamente y sin freno. Pero me han enseñado que la recaída es lenta, poco a poco, sutil y engañosa y simplemente, lo olvide, o me confié.

La pregunta es cuanta vida puedo soportar sin recaer. Una buena compañera de oa lo ve de manera que para vivir nos exponemos a la comida, puesto que nuestra cultura gira alrededor de muchos eventos sociales relacionados con la comida, que son un peligro constante para un comedor compulsivo como yo. Soy un comedor social, se que cuando veo comer a otras personas y yo no puedo comer, sufro. Es una tortura para mí. Igualmente para no ser diferente, me relajo y como. La autocompasión de pobrecito de mi no puedo comer como los demás. Es la comida usada como lubricante social, algo que se viene haciendo en la cultura occidental desde roma con las bacanales. Se que debo rechazar eventos sociales relacionados con la comida, por que no tengo capacidad para decir no y centrarme en las personas. Hay quien lleva una vida de monje de su casa al trabajo y así puede llevar una vida sana y aceptable, plena y feliz. Hay quien esta dispuesto a recaer con regularidad si a cambio puede llevar periodos de vida normal, con relaciones en sociedad con comida de por medio. Yo no estoy dispuesto a recaer periódicamente, por que se que la siguiente recaída puede matarme. Pero me resisto a sacrificar el ultimo reducto de mi vida anterior, mi ocio mas querido, que se basa en la evasión completa de la realidad y rodearme de personas cuya manera de comer me puede hacer daño. Quiero llegar a la actividad y a las personas saltando por encima de la comida. Pero no se hasta que punto soy capaz de usar el programa de oa para hacer esto.

Al fin de semana siguiente de la convención me volvieron a convocar para ir al lugar del evento que había organizado con mis amigos. Para comernos todo lo que había sobrado. Yo me dije a mi mismo que era para poder ir a hacer deporte, ya que mientras estaba preparando el evento no había podido disfrutar del sitio. Otra vez me estaba engañando, en el fondo yo se que deseaba ir para comer todo aquello tan rico que había allí la semana antes. Escogí ir a un lugar donde lo que se haría seria estar allí comiendo. Escogí comer, por que como adicto en el fondo lo deseaba, aunque quisiera negármelo

Comí todo lo que quise y más. Pero sin una compulsión en caliente cargada de culpabilidad y nervios. Si mi enfermedad es “comer en exceso compulsivamente” allí estaba el exceso y no la compulsión, entendiendo la compulsión como el no parar, la rapidez, el ansia, los nervios y la posterior culpabilidad. No sentí nada de eso. No fue un atracón como los míos antiguos de en media hora devorar una nevera entera. Era una nueva manera de recaída, un quiebro de la enfermedad, una nueva forma de atracón, que quizás no vi venir, y hasta dudaba de si había recaído o no. Ya he dicho que estaba teniendo problemas con mi definición de abstinencia, y se cual es mi raya, que no debo comer para no desatar la compulsión, solo que no quería creérmelo. Quería comer y no recaer. Quería creerme que estoy tan recuperado que puedo comer como un comedor normal y no darme atracones. Soy un comedor social y en una reunión de amigos imito la forma de comer de los demás para sentirme parte del grupo. Allí en un espacio de día y medio se comió mucho, pero muy espaciado, nada de un atracón en un corto espacio de tiempo, por lo que no tenia sensación de recaída. Quizás el orgullo no me dejaba ver a través de mi mente enferma. Además estaba aislado del programa, lo cual fue un error, por que se que tengo que viajar de las mano de OA si quiero mantenerme abstinente en el viaje. Recibí una llamada de una compañera que me ayudo mucho, y en ciertos momentos mientras los demás comían yo tenia el libro de la abstinencia en mis manos y leía. Trataba de resistirme a la idea de la recaída. Además no era comer todo el tiempo, era como si el desayuno, comida y cena se alargaran durante horas. Con horarios totalmente extraños, pero a mi no me quitaba esto la serenidad. Me sentí muy extrañado de mi mismo.

Llego el momento de irnos. Mi pareja y yo nos montamos en el coche de vuelta a la ciudad. Por el camino de vuelta de varias horas al volante, note que me dolía la espalda. Pensé que era por tantas horas conduciendo. El avance de la noche me demostró que me equivocaba.

Nos tuvimos que volver a mitad del fin de semana para llevar a mi novia a su trabajo. Sentí que había sobrepasado mi límite que había comido demasiado. Estaba negando la recaída. Me había pesado y había subido algo de peso. Pero no me sentía triste, ni deprimido, ni culpable por ello. Ahora se que tener vida social tiene un precio por que en nuestra cultura la interacción social en gran parte se centra alrededor de la comida y la bebida, y yo me pongo en peligro por ello. Me expongo a la recaída si me acerco a personas cuya manera de comer es dañina para mí, por que les imito, y a mi, ciertas maneras de comer me hacen daño.

La entrada al trabajo de mi novia me pone nervioso. Es un sitio delicado. Llegamos justo cuando estaban cerrando la puerta de acceso al complejo y tenia al menos 6 personas pendientes de mi coche para que lo sacara de allí, y ella se dedico a rebuscar en todos los equipajes cosas para darme a mi. Aquello me puso nervioso y me saco de mis casillas, pero opte por no hacerme ni caso. Sabía que había comido y que con azúcar en las venas no soy yo mismo. Se que el azúcar me altera el carácter, me saca lo peor de mi. Así actúan los alimentos compulsivos en mi personalidad. Así que aquella situación no merecía que me enfadara con ella. Además al día siguiente era un día muy importante para ella en su trabajo y tenia que ir a verla.

En cuanto llegue a casa el “supuesto” dolor de espalda se agudizo. Eran sobre las dos de la mañana y llovía a mares. Avise a mi novia a su trabajo, y me fui a urgencias. Apenas si podía caminar hasta la puerta del centro medico. Me paraba presa del dolor cada pocos pasos. Todo esto bajo la lluvia, y había un paramédico en la puerta fumándose un pitillo, que ni se inmuto cuando me veía llegar a lo lejos. Supongo que los médicos están acostumbrados a ver de todo, y nada les impresiona.

Me atendieron y resulto que tenia cólico biliar. Lo mismo que había tenido muchos años antes después de un gran banquete. Por un exceso de comida. Tumbado en aquella camilaa me vi otra vez como al principio. Años atrás con mi cuerpo sobresaturado de comida y pasándome factura. Me vine un poco abajo y sentí mis emociones ir y venir como en un carrusel. Me fije en el gotero y cada gota me hacia gracia. Me reí y la enfermera se fijo en ello, quedándose extrañada conmigo. Cuando me dejaron solo casi me eché a llorar por que sentía que había recaído, que otra vez me había fallado a mi mismo, que estaba en la misma situación de años antes cuando también estuve en un hospital por otro cólico biliar. Pero no me deje llevar. Recompuse los pedazos rotos de mi alma, llore un buen rato solo en el aparcamiento mientras me iba, y me fui a mi casa. Sentí la enfermedad de la compulsión por la comida tan pesada como una losa, y sentía que estaba conmigo fastidiándome la vida, y que estaría ahí toda mi vida. Que no me dejaba vivir.

Al día siguiente estaba tan desecho que no me podía ni levantar. Todo el ajetreo del viaje, el malestar del cólico, y la noche sin dormir me tenían atado a la cama. Y tenia que ir a ver a mi novia a un evento de su trabajo muy importante para ella. Yo no podía ni con mi alma e hizo falta que me llamara cuatro veces al móvil para despertarme. Le dije que intentaría ir pero que no le prometía nada, puesto que me encontraba muy mal. Al final hice un esfuerzo y fui. Pensé que no podía dejar que esa recaída dañara mi relación con ella, pensé en la gran desilusión que se llevaría, y no me deje influir por los hechos de la noche antes. Así que fui, y me lo pase bien viéndola ilusionada en su trabajo y con sus compañeros y el ambiente de fiesta que tenían.

Pasaron unos días y en cuanto pude fui a una reunión. Me trague el orgullo y claramente dije que había recaído y que necesitaba ayuda. Esta vez ese defecto de carácter no me impediría pedir ayuda, el orgullo no alargaría la recaída. En esta reunión aprendí muchas cosas. Mi estado mental había retrocedido con la recaída. No había perdido la serenidad, pero si sentí que mi sano juicio estaba alterado. Sobre todo la comprensión y al amor hacia la gente. La amabilidad inherente a un despertar espiritual. Eso se estaba resistiendo. Hasta aquel momento había estado hablando de “mi enfermedad”, como “la enfermedad” tomaba acciones contra mi o ponía pensamientos enfermos en mi cabeza. Esa manera de pensar me había ayudado inicialmente, pero en esta reunión aprendí algo que desde mi estado alterado tras la recaída me hizo revolverme con rebeldía e indignación al sentirme extraño, y ver mi error. Pensar en la enfermedad como disociándola de mi era no aceptarla, querer sacarla de mi, querer dejar de ser comedor compulsivo. No hacerme responsable de mis acciones encaminadas a la recaída y echarle la culpa a la enfermedad. Como es mi enfermedad la que hace las cosas yo me libro de rositas. Aunque esto me costo comprenderlo en un principio, y me costo atracón de replica, vi que era responsable de mis errores, y que tenia que aprender de ellos, pero no culparme ni fustigarme. Tenía que aprender y evolucionar. Ahora se que “tengo pensamientos y conductas enfermos” y no que la enfermedad pone pensamientos enfermos en mi cabeza. Se que yo mismo me puedo hacer la cama inconscientemente para recaer y no que la enfermedad trabaja por detrás para que yo recaiga. No puedo disociarme de la enfermedad hasta tal punto, por que esta no va a desaparecer, y esto va en contra de mi primer paso, no admitir que estoy enfermo. Creo que por esto pude recaer.

Los atracones de replica no fueron demasiado dolorosos, no estaba yo para entrar en un supermercado y salir de allí sin comprar nada. Pero no fueron unos atracones muy destructivos para mí. Tampoco eran cantidades enormes como antaño. Pero si sabía que mi voluntad estaba doblegada ante la comida. Moralmente me estaba minando. Comer de nuevo en el coche era algo muy peligroso para mí.

En unos días vino de nuevo la sensación de sentirme de nuevo abstinente. Atravesé mi ciudad de punta a punta caminando y en este largo paseo recobre la ilusión. Dicen que el ejercicio levanta el animo, será por las hormonas liberadas en sangre por el ejercicio, yo que se. Pero me sentí mucho mejor, disfrute del paseo sin pensar en nada, fijándome en cada detalle de la ciudad, en los árboles, en los jardines, en los puentes, y aceras. Y así me sentí de nuevo abstinente. Liberado, ligero, libre.

Me quedo con el dicho que me enseño una compañera en una reunión. Recaigo siete veces, me levanto ocho.

Así que me busque una madrina, y encontré una persona con la que me sentí identificado. Y me puse de nuevo manos a la obra. Estoy contento, por que esta recaída, no me ha desecho anímicamente, no me ha supuesto una depresión ni venirme abajo. También aguante un año entero abstinente, con mis mas y mis menos, pero es un logro, es la mayor cantidad de tiempo que he estado abstinente. Y también estoy contento, por que en ningún momento de la recaída he dejado de hacer todo lo que hago cuanto estoy abstinente. En esta recaída aprendí que aun habiendo perdido mi abstinencia necesito el uso de las herramientas, aun mas si cabe, para salir adelante. Dejar de usar las herramientas cuando estoy en recaída seria como si un diabético con un subidon de azúcar no se inyectara insulina.

Estuve 10 meses abstinente otra vez. Disfrute de una paz y serenidad increíbles. De un peso saludable, y una estabilidad emocional. La comida se fue colando de nuevo.

Pero la comida siempre vuelve, y se fue colando poco a poco sin que me diera cuenta. Comencé a ser más permisivo, sobre todo por que había alcanzado un peso y ya no quería bajar más, o podía poner en riesgo mi salud. Mi parte anoréxica me decía que me mantuviera en el peso mas bajo posible sin rebasar el limite de los 65 kg que me parecía ya demasiado bajo. Entre 65 y 70 kg era mi zona de seguridad, y durante mucho tiempo, mi peso oscilo, sin mayores preocupaciones, entre esas dos cifras.

Cuando cogi esta nueva madrina, me dijo que dejara de escribir, que escribía mucho. Ya había escrito demasiado, me comento, y era el momento de ponerme en acción. De hacer cosas por mi recuperación. Yo obediente deje de escribir, pero era la única manera que conocía de trabajar los pasos. Así pues leía una parte del paso en el que estaba, y subrayaba lo que mas me llamaba la atención y luego por teléfono lo comentaba con mi madrina. Había visto a otra compañera veterana su libro de 12 y 12 lleno de comentarios y párrafos subrayados, así que no cuestione, obedecí y seguí adelante.

En el transcurso de los meses con esta madrina avance mucho llegando hasta el noveno paso. Pero notaba que el trabajo de los pasos no me calaba, puesto que al no escribir creo que no los estaba trabajando en profundidad, si no pasando de corrida por ellos. No me estaban calando igual que cuando trabaje anteriormente los 4 primeros escribiendo.

Finalmente volví a recaer. Las causas, todas y ninguna. No tiene sentido culpar a otros de mis recaídas. Nadie me pone una pistola en la cabeza para obligarme a comer. Me lo hago yo solito, yo mismo me cuento mis propias mentiras y me las cuento. Justificaciones para ir a comer compulsivamente.

Fue un cúmulo de todo y de nada. Simplemente paso, y no lo vi venir, por que esta enfermedad es tan sibilina, tan astuta y desconcertante, tan poderosa. Como el agua que busca las rendijas en una presa hasta que la revienta. Así es la compulsión por la comida en mi cabeza.

Llegue a trabajar hasta el al paso noveno. Pero tenía mucho miedo de este paso, en concreto de enfrentarme a ciertas reparaciones, por las consecuencias que me podían acarrear. Empecé a hacer reparaciones pequeñas, poco a poco, dejando las más importantes para el final. Había una reparación en concreto a devolver dinero, una cantidad estimativa, por objetos que robe de una oficina, aquella oficina de aquella empresa en la que me tope con aquel señor adicto a las drogas, que fue mi jefe. Tenia que exponerme a el, devolverle el dinero, y sufrir el chaparrón. De un adicto en autodestrucción. Mi madrina me sugirió que lo hiciera de manera anónima. La recaída llego antes de que pudiera hacerlo. El miedo a si se enteraba de que yo había sido, en como reaccionaria, fue una gota más que se añadía a mi vaso. Pensé en enviarle información sobre narcóticos anónimos de manera secreta, pero mi madrina me comento que no era suficiente. Tenia que devolver el dinero. Y en ese momento estaba parado, sin ingresos fijos. Y me exponía a su reacción y a ser señalado como autor de aquel delito de robo.

Se acercaba la finalización de mi prestación por desempleo. El miedo a la inseguridad económica se apodero de mí. Yo hacia varios trabajos extras pero no me daban un sueldo realmente serio que me permitiera sobrevivir. Me adelante un mes a la fecha de adiós a la ayuda del gobierno. Yo mismo me creí que era un mes antes, y me genere el agobio. Me di cuenta de ello y ahora veo como el miedo nubla mi mente. Aun tenia un mes mas de cobrar el paro para poder continuar buscando trabajo, algo que hacia regularmente. Veo las promesas del programa unidas a los defectos de carácter y en ultima instancia a la abstinencia / recaída. Una de las doce promesas dice “perderemos el miedo a la inseguridad económica”. Ese miedo es el que me ha hecho recaer, cuando por mucho tiempo no lo he tenido, y se me ha cumplido esa promesa. Miedo y avaricia, dos sentimientos muy peligrosos para un adicto como yo que come cuando sufre.

Finalmente encontré un empleo. Llevaba haciendo entrevistas mucho tiempo, e iba regularmente a ser examinado por gestores de recursos humanos. A veces me hacían pruebas técnicas, o exámenes de ingles. Me sentí como si me hubieran puesto de cara a la pared y un policía me estuviera cacheando. Eso aumento mi desesperanza y ansiedad. Creo que las entrevistas de trabajo se convirtieron para mi en una situación muy compulsiva, no por la comida, que no había en las entrevistas, si no por la ansiedad e incertidumbre que me generaban.

Recuerdo que después de la entrevista del trabajo que me dieron recaí. En el suburbano eche monedas en una maquina de dulces y refrescos y empezó el infierno. Era el 21 de noviembre de 2010. Yo no supe que tenía el empleo hasta semanas después. Me anduvieron mareando como una perdiz un tiempo, en el cual yo seguía trabajando para mí por mi cuenta, y haciendo entrevistas. Y como no, comiendo compulsivamente.

Al final llegue a aquel trabajo la primera semana de enero. Era en una gran multinacional. Era la semana de reyes y la empresa funcionaba a medio gas. No había mucho que hacer y la mitad de la plantilla estaba de vacaciones. Yo estaba allí contratado por una empresa de consultaría que me cedía a otra empresa de consultaría que me cedía al cliente final. Subcontrata de subcontrata.

Una de las cosas de mi cuerpo o mi existencia que noto que se alteran más cuando estoy en recaída es el sueño. Tras casi dos años en paro, y en plena recaída, no estaba durmiendo muy bien. Tenía en aquel momento un insomnio por el cual no dormía hasta que por puro agotamiento, tras dos o tres días, caía rendido de cansancio. Supongo que el estar comiendo compulsivamente y el llevar dos años en mi casa sin tener que madrugar para ir a trabajar tampoco ayudaron mucho.

El caso es que un día fui a trabajar solo con un par de horas de sueño en el cuerpo. Recuerdo estar cabeceando delante del ordenador, luchando por mantenerme despierto. Muchos compañeros, chateaban o veían películas. Creo que nadie hacía nada. Entro mi jefe por la puerta del fondo y creo que me vio. Pero no me dijo nada.

En unos días yo vi por la mesa de este señor el curriculum de una persona mucho más experimentada que yo. Y también en un cajón de mi mesa, vi la nomina de la persona que estaba en el puesto antes que yo. Yo ganaba más.

En la primera semana de trabajo, justo el viernes, cuando ya me iba a casa, me llamaron por teléfono para comunicarme que no querían que siguiera más trabajando allí. El responsable de mi en la empresa original que me cedía como consultor, no podía dar crédito. Me echaron por quedarme dormido, esa era la excusa que ponían. Yo pienso que quizás habían encontrado una persona mejor que yo. Dios no me quería allí, tenía algo mejor reservado para mí. Naturalmente me resentí mucho con las tres empresas y el mundo de la consultoría. Y seguí comiendo compulsivamente. Tenía la excusa para ello. El desempleo. El miedo a la inseguridad económica. Me iba perdiendo poco a poco en el pozo de la recaída. Estaba subiendo mucho peso.

Mi madrina me comento que me notaba que me había descuidado en el trabajo de los pasos. Le comente que me ella me dijo que dejara de escribir, y que yo solo se trabajar los pasos escribiendo. A lo que me respondió que ella no me dijo que dejara de escribir.

Esto me desilusiono mucho. Sentía que me había puesto en manos de alguien que no sabía lo que hacía. Todos somos humanos y nos podemos equivocar. Pero hay que tener cuidado cuando lo que esta en tus manos es la recuperación de otras personas que siguen tu guía.

Yo tengo otro estilo de apadrinamiento distinto. Mi madrina me hacia trabajar muy centrado en la literatura de alcohólicos anónimos, cuando yo soy mas de trabajar por la literatura de comedores compulsivos.

Finalmente la deje, pensando que necesitaba otra cosa. Y busque otra madrina. Tenía una persona en mente, pero resulto que al final escogí como madrina a una compañera con la que hablaba de vez en cuando y me ayudaba mucho el hacerlo.

Ni aun en recaída dejaba de hablar con mis ahijados, de escribir mi trabajo de los pasos, de ir a reuniones. Si note que el teléfono se me resistía especialmente, y que cuando iba a reuniones me callaba y no compartía. Total, para soltar enfermedad por mi boca, mejor me quedo calladito. Eso me decía a mi mismo.

Durante el desarrollo de esta recaída, aprendí que como adicto comedor compulsivo tengo una especial relación de amor odio con el dinero, en tanto el dinero se traduce en comida. Tiempo atrás me había sido suficiente el no llevar dinero en efectivo para mantenerme alejado de la comida compulsiva. Pero hecha la regla, hecha la trampa. Descubrí la tarjeta de crédito. Y claro uno no entra un supermercado para pagar cantidades pequeñas. Mi yo enfermo aprendió a arrasar en los supermercados con atracones de altas cantidades de dinero. Y no por calidad de la comida, si no por la cantidad de la misma.

Se convirtió para mí en una situación muy compulsiva el manejar dinero. Impotente totalmente de manejar mi propia vida y ser persona, en tanto mi dignidad como adulto conlleva el ser capaz de gestionar mis propias finanzas y llevar dinero en el bolsillo. Mutilado hasta tal punto por la enfermedad que no podía ni tener unas monedas en el bolsillo. Todo lo convertía en comida, en supermercados, o en maquinas de comida situadas en cualquier esquina de la ciudad o del transporte publico.

Para salir de la recaída tuve que tomar la medida desesperada de no llevar ni dinero ni tarjeta de crédito encima. Al menos durante una época hasta que la compulsión hubiera salido de mi cabeza otra vez con la ayuda del programa, de las compañeras y del poder superior.

Esta era una época de crisis económica en mi país a todos los niveles. Yo estaba en desempleo y sobrevivía haciendo trabajos esporádicos que cobraba en efectivo. Eso era para mí la perdición. Tener mucho dinero en casa, junto con mi compulsión por la comida en activo, hacía que por la mañana cuando me levantaba fuera directamente al supermercado. Directo a por un subidon de azúcar, como un yonki que va a los barrios bajos. Hasta que aprendí que podía ingresar ese dinero en mi cuenta del banco y así no manejar dinero. Tener dinero para mi era una situación muy compulsiva.

Durante todo este tiempo no deje de ir a reuniones. Pero mi fe se resquebrajaba. Quería comer. Me daba excusas para ello. Y cada bocado me hundía más en la miseria. Estaba dejando de creer en el programa. Me resentí con las compañeras. Meses antes me había sobrecargado tanto de servicio, que estaba resentido con todos los miembros de Oa de mi ciudad. La enfermedad me estaba atrapando, trabajando para que dejara de ir a los grupos y tenerme a su merced. A pesar de haber perdido la fe en mis compañeras, no perdí la fe en el programa. Seguí yendo a reuniones. Eso me salvo. Eso y que llegaron personas nuevas de fuera, que me dieron un aire distinto de la idea de recuperación. Cambie de reuniones. Busque una madrina distinta. Yo solo necesitaba que me escucharan lo que yo trabajaba. Tras el bache más hondo, donde viví una regresión brutal a un estado como si nunca hubiera estado en OA, pude salir poco a poco de toda esta actitud peligrosísima para mi.

Pase de estar en recaída total con atracones diarios, a atracones cada dos o tres días. La cosa iba mejorando poco a poco. Si bien para mi recaer es un proceso, salir de la recaída también lo es. Es como un terremoto que tiene replicas, terremotos más pequeños, hasta que la tierra deja de temblar. Pero seguía recayendo a pesar de reuniones y llamadas por teléfono. Todo me daba igual, pero sabía que terminaría volviendo a coger mi abstinencia, cuando las circunstancias y dios lo quisiesen. Solo era cuestión de tiempo.

Cuestionando mi abstinencia mientras luchaba conmigo mismo para salir de la recaída, me di cuenta que hago un uso del te y la sacarina como sustitutivo a los alimentos compulsivos. Tomo mucho te e infusiones. He intentado en ocasiones dejar la sacarina, pero no he sido capaz, ni con toda la ayuda del programa. Creo que las he usado para tapar el hambre, para llenarme la barriga de algo dulce y calentito y no irme así a por los alimentos compulsivos. Quizás no se estar abstinente de otra manera, usando la técnica del sustitutivo. Como los drogadictos con la metadona. Y mientras tanto alejar los alimentos compulsivos de mi. No teniendo dinero en casa, no llevando dinero encima. Y mientras tanto trabajar el programa y usar las herramientas hasta que por un milagro ya no deseo comer por que estoy feliz.

Durante un tiempo tuve la sensación de vivir huyendo del mundo y de personas enfermas. De no estar a gusto en ninguna parte ni sentirme cómodo en ningun sitio. Ser siempre el extraño, el extranjero, el incomprendido, el marginado, el que no come igual, el comedor compulsivo. Aislado en mi pequeña isla de recuperación imperfecta.

Seguía buscando trabajo y las entrevistas me angustiaban. Era como si hicieran una radiografía de mi. Me sentía observado y juzgado. Era la agonía del parado de entrevista en entrevista. Sobre todo por que me llamaban solo de una de cada muchas.

Era una vuelta al ciclo de abstinencia y recaída. A la dualidad de mis dos yos, el contraste entre mi yo enfermo y mi yo abstinente. Es como si quisiera estar abstinente sin querer hacer cambios en mi vida, sin querer mejorar interiormente y estar en calma. No puedo controlar mi vida para llevarla a un estado de serenidad que me de la abstinencia. Supongo que habré de estar abstinente contra viento y marea, a pesar de todo lo que pase en mi vida. Esa es la verdadera abstinencia, ahora es como si estuviera estado abstinente solo a medias, y aun hubiera un rinconcito de mi mente que desea comer compulsivamente. Como si nunca me hubiera rendido totalmente al primer paso.

Mi enfermedad no hay quien la entienda, ni yo mismo. Un día como alimentos compulsivos y no me pongo compulsivo. Y otro día no los como y me pongo compulsivo. ¿factor emocional de mi compulsión? ¿Compulsión con retraso que me da a los cuatro días?

Estar enfermo emocionalmente, tuve que rendirme de los latigazos de mi ego. Admitir mi impotencia y llorar de nuevo en las reuniones. Me siento de nuevo un recién llegado por que estoy al principio. Es el momento de escuchar a quien lo esta logrando, de dejar de pensar y de actuar mas. De usar las herramientas que tanto me cuestan. Sobre todo el teléfono.

En el fondo no dejaba de sentirme borracho seco, buscando en cualquier actividad una evasión de mi mismo, y un sustituto a la adicción. Estoy abstinente pero a base de sustitutivos. Necesito trabajar los pasos para salir adelante. Me cuesta escribir por que aun no me he rendido del todo a que el programa sea una prioridad para mi y tengo otras prioridades por delante. Si sigo así recaeré antes o después.

Termine por encontrar un trabajo en el ojo del huracán de mis dos adicciones. Me encontré de repente con dos puestos de trabajo, con dos empresas que me querían. Una era una academia de informática que quería montar un estudio de diseño de páginas web. Yo solo programandolo todo. Poco dinero, y encima horario de tarde.

Me quede con la segunda opción. Una empresa de espectáculos, restaurantes temáticos y despedidas de soltero. Pagaban mas, y tenia mejor horario. La elección parecía lógica, y ademas tenia el tema de la organización de eventos algo que siempre me ha gustado hacer. Pero con el tiempo me di cuenta de que con esta elección me equivoque. Por que deje la elección a mi libre albedrío, no consulte con compañeras del programa, ni pedí ayuda a mi poder superior, ni lo solté dejándolo en sus manos. Elegí yo, tome la decisión yo, y como siempre que me pongo al cargo de mi vida, me equivoco y todo sale mal. El año que estuve en esta empresa fue un año horroroso de no parar de comer, y mucha ansiedad, aunque logre periodos cortos de abstinencia, de un mes o dos.

Como siempre que escojo yo, escoge mi libre albedrío infectado por la enfermedad. Fui a terminar en un lugar que favorecía a mi enfermedad. La “Fauna” que me rodeaba (y los llamo fauna por que menudo grupo de personas mas locas enfermas) creaban un ambiente que fue para mi totalmente agresivo y disfuncional emocionalmente hablando. Una olla a presión a punto de estallar. Una guerra soterrada de todos contra todos, de todos criticándose y mal metiendo. Llegue nuevo y todos querían ponerme de su lado, detectaron mi gran oreja y empezaron a verter sobre mi su veneno, su malestar, ese que yo no puedo soportar. Yo para estar abstinente necesito estar bien con las personas que tengo a mi alrededor. Cualquier problemilla mi enfermedad lo magnifica y lo convierte en un mundo, para que el dolor me sobre pase y ejerza mi adicción comiendo. Pues bien. Allí todos, o casi todos, eran adictos, y estaban usando adicciones varias para vivir y soportarse. Y esto hacia que sus actitudes enfermas resonaran unas con otras y se multiplicarán. No había semana que una de las compañeras terminase llorando, o se gritasen los unos a los otros. Un horror. Una convivencia malisima. Caldo de cultivo de adicciones. El peor ambiente en el que he estado jamas, sin contar donde crecí que ya llegaban a la agresión física y el miedo atroz. No voy a entrar a analizar a cada una de las personas y sus relaciones tan dañinas, por que eso seria caer en el resentimiento fácil, pero allí estaban mis peores pesadillas: el alcoholismo, la drogadicción, el culto exacerbado al cuerpo, la compulsión por la comida, etc.

Considero que me mintieron. Cuando hice la entrevista dije: “lo que mas valoro en una empresa es un buen ambiente de trabajo”. Me dijeron que lo había. Y al mes de entrar ya sabia que allí estaban todos fatal, peleados entre ellos hasta un nivel irreconciliable y que tenia que salir de allí cuanto antes. Tarde año y medio en lograrlo.

Ademas la empresa hacia dinero con el objeto de mis dos mayores adicciones: la comida y la lujuria. Muchos días tenia que escuchar hablar de menús, ver fotos de comidas, de chicas. Y aunque no me afectaba demasiado, sumar esto al agresivo entorno emocional si hacia que fuera una gota mas en un vaso que se llenaba poco a poco amenazando con desbordarse.

En este periodo hubo varias cosas que lleve muy mal. Un compañero de trabajo, alcohólico, consumidor de drogas, y comedor compulsivo se convirtió en mi abogado del diablo. Detecto que mi punto débil era el azúcar y no paraba de presionarme con ello. Hasta que le tuve que poner en su sitio y decir que no me ofreciera comida.

En este trabajo solo tenía una hora para comer y no me daba tiempo a volver a mi casa a comer. Tenía que andar llevandome comida al trabajo o comiendo fuera. Eso para mi fue un desajuste en el plan de comidas. Primero por que me costo hacerme con el tema de las cantidades. Cocinaba por la noche lo que iba a cenar, pero tenia que guardar la mitad para el día siguiente en el trabajo. Así que luego en la oficina la cabeza se me llenada de mentiras y excusas para salir a comprar lo que fuera adicional, por que siempre “era muy poca comida”.

Si un día por lo que fuese no guardaba comida para el día siguiente, ya tenia que comer fuera en la oficina o comprar comida. Y eso era una recaída segura. Así fue prolongándose la recaída mes tras mes.

Durante este tiempo también empece a quedar regularmente con un grupo de amigos en casa de uno de ellos todas las semanas, para socializar un poco, para tener un poco de vida en torno a un hobby. Pero en esto la enfermedad tiene siempre algo que decir. Es habitual que en esta clase de encuentros siempre saquen algo de comer y de beber. Ya lo viví años antes. Quizás me canse de tener que renunciar a vida social o a compartir una afición por no caer en la comida. Pero desbocado como estaba por el trabajo, me era muy difícil aguantar si no comer algún alimento compulsivo durante estos días que quedaba con amigos. Al final tuve que dejar de ir. No podía soportar ese ritmo de reuniones sociales con comida. Para mi fue como el drogadicto que rompe con sus amigos también consumidores cuando empieza a limpiarse de las drogas. Por supuesto mis amigos no eran comedores compulsivos, para ellos la comida no es un problema, pero comían de una manera que para mi si era un problema. Y el problema lo tengo yo por que en sociedad bajo la guardia y quiero comer como lo hacen los demás. Quiero ser un comedor normal que come lo que le apetece. Pero soy comedor compulsivo y no podía escapar de mi propia compulsión sin tener que renunciar a comer en grupo. Mi poder superior resolvió la situación y me ayudo a renunciar. Hubo un problema de dinero, me excuse, y dije claramente que yo no podía ir mas por que aquella situación tenia un coste personal muy elevado para mi. El coste de comer compulsivamente.

Por que hubo un momento en el que me quede parado y observe a la gente a mi alrededor. Había personas en mi entorno cercano, amistades, que comían compulsivamente o tenían actitudes enfermas propias de adictos. Yo no soy quien para diagnosticar a nadie, en todo caso soy enfermo, pero no pude menos que tratar a estas personas con cierta prudencia y distanciamiento. Mas que nada por que yo imito, absorbo, la manera de comer de otras personas. Aunque no puedo rechazar a otros comedores compulsivos como yo, seria rechazarme a mi mismo. Pero si puedo tratar de aprender a relacionarme con ellos sin comida de por medio, y tratar de que vean un poco de ejemplo de recuperación en mi.

Antes de irme de este peligroso trabajo, no se como, el programa dio su fruto. Tuve un mes y diez días de una abstinencia limpia. Casi diría que la mas limpia que he tenido jamas. Acomode una rutina en la que había un hueco para el uso continuo de las herramientas y se fue el bloqueo tan importante que tenía para escribir. Me ayudo mucho el ir a una convención de OA y trabajar respondiendo preguntas sobre un taller del plan de comidas que nos dieron allí. En este mes adelgace creo que 8 o 10 kilos. Pero eso no era lo importante, era mucho mejor la claridad mental que tenia. La paz y la serenidad de espíritu. La desaparición del deseo de comer compulsivamente.

El estar cayendo y levantándome continuamente hizo que notara una perdida de peso a saltos, no uniforme como fue en el pasado. Sentí que me era mucho más difícil adelgazar. Sobre todo por que la compulsión estaba ahí como una segunda piel, oculta en mi subsconsciente. Como el mono del drogadicto que no puede sacarse de su cabeza el como conseguir su dosis. Renunciar es difícil, pero hay que hacerlo. Unas veces lo logro y otras no. la gula me habla directamente al cerebro esperando secretamente que alguien me ofrezca comida, o que alguien traiga algo de comer al trabajo. Por que yo ya he puesto medios para frenarme en esos hábitos de no parar de comer continuamente, y ahora solo le queda mi mente inconsciente a la enfermedad como reducto.

Ahora la abstinencia me sale fácil. En mi nuevo trabajo no tengo siquiera por que llevarme el monedero. Trabajo a dos calles de mi casa. No piso el metro ni los fines de semana si no quiero. Para recaer tienen que pasar cosas muy extraordinarias, como el cumpleaños de alguien en la oficina. Si me suelto, si no hago nada, estoy abstinente solo. Me facilita mucho la vida el poder venir a comer todos los días a casa.

Pero la comida siempre vuelve. Una nueva dificultad surgió en el horizonte. Los cumpleaños. Este nuevo trabajo, en esta nueva empresa ocupa todo un edificio. Trabajamos allí cerca de 400 personas. En mi planta seremos entre 50 y 100 personas. Es raro el día que no es el cumpleaños de alguien. Y todos tienen la costumbre de traer comida, dulces, para invitar a todos y celebrarlos. Estaba en un punto de mi recuperación donde podía aguantar una tentación, dos, tres, seguidas. Pero a la cuarta seguida. Tuve que mentir en los cumpleaños para decir que ya había comida, decir que era diabetes. Y así poco a poco fui alejándome de estas tentaciones rezando mucho y pidiendo ayuda en la medida que podía.

Poco a poco fui viendo resultados en el afrontar día a día las tentaciones de la comida. El programa de doce pasos me ayudo a recuperar facetas de mi vida que había ido descartando por comer compulsivamente o por huir de la comida.

Lo primero que note fue que volvía a casa de mi madre de viaje y eso no significaba una recaída cuando un año o dos atrás siempre recaía cuando volvía allí por todo el agobio y la carga emocional de la situación. Eso significaba que había recuperado la capacidad de relacionarme con mi familia de una manera mas o menos sana sin tener que recurrir a comer compulsivamente por ello.

Durante un fin de semana, salimos al campo con amigos y compañeros de trabajo. Habían planeado ir a un restaurante con un tipo de comida especifico muy compulsiva para mi. Antes de ir, llame a una compañera. Charlamos y rece por la esperanza de que hubiera en aquel restaurante otra clase de comida para mi. Cuando llegue a la cena no la había. Con mucho dolor y autocompasión me levante de la mesa, salí del local , y fui a buscar otra clase de comida. Me costo un gran esfuerzo, y me dolió. Pero horas después la renuncia fue un plato muy dulce por que pude centrarme en disfrutar de las actividades en común y la compañía. Si hubiera comido, me habría obsesionado con comer mas y mas. No lo hice y todo fue bien.

Otra faceta de mi vida que recupere poco a poco fue la de viajar. Sobre todo en compañía de gente joven a albergues y convivencias. Para mi unas vacaciones eran algo que rompía la rutina, y eso era sacarme de mis hábitos normales de comidas.

Esto me llego con la aceptación de saber que fuera de mi casa iba a comer distinto pero que por eso no tenia que pasar nada. Encontré varios alimentos de supervivencia que si bien no los comía en mi casa habitualmente, fuera dejaron de darme problemas. Es decir me dejaron de ser compulsivos. Creo que por que yo estaba mejor emocionalmente.

También me harte de negarme a mi mismo viajes y eventos por huir de la comida. Eso era decir no. Negar. Controlar. Huir de la comida. Asi que no dije ni si ni no, lo deje en manos de mi poder superior. La respuesta era: cuando me venga bien. Cuando me de buenas vibraciones, y el instinto me diga que si.

Fui a uno de estos viajes que llevaba tanto tiempo negándome. Por supuesto comí diferente, y tuve que adaptarme a un plan de comidas de supervivencia. Pero rechacé mis alimentos compulsivos y volví abstinente de allí. Todo un milagro.

Estaba recuperándome a mi mismo poco a poco. Reconstruyendo las partes de mi que mi yo enfermo había destruido.