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miércoles, mayo 23, 2007

Sobre el anhelo imperioso de comer compulsivamente tal como era en mi vida

Soy adicto a la comida. Ahora lo se. Lo he sido durante muchos años sin saber siquiera que lo era. Mi adicción, mi enfermedad estaba latente en mí, hasta que en un momento de mi vida despertó en forma de un hambre voraz representada en forma de atracones.

Mi adicción es una enfermedad que se llama compulsión por la comida, que es hermana de la anorexia y la bulimia. Comparten síntomas como la depresión, los excesos y defectos con la comida, etc. Pero en el fondo en mi humilde opinión como enfermo, son enfermedades de carácter mental, físico, y en cierta manera, espiritual, de dolor por vivir.

El deseo imperioso de comer existía en mi vida a nivel físico desde que recuerdo. Yo siempre comía cantidades muy grandes. Comida que mi cuerpo no necesitaba, por el puro hecho del placer físico de comer mas. Recuerdo que comía una barra de pan yo solo. Si no comía grandes cantidades me sentía vació. Luego si no comía cierta clase de alimentos compulsivos toda otra comida me sabía mal y siempre tenia mal sabor de boca. Destruí mi cuerpo con sobrepeso durante la mayor parte de mi vida. La naturaleza me dio un apetito voraz e incontrolable tal que ya desde pequeño fui obeso. En fotografías mías con 4 o 5 años ya tenían barriga. Mi madre siempre presumió de lo mucho que comían sus niños (mi hermano y yo) cuando éramos bebes ante sus vecinas. Nunca fui un niño que no quiso comer, todo lo contrario, desde que tengo uso de razón recuerdo haber querido siempre mas y mas.

Cuando no podía comer lo que quería me enfadaba. Siempre la comida fue motivo de discusión con mi madre. Cuando comida por que no comiera mas, y cuando no comía, por que comiera mas. Siempre al contrario. Todo lo que recibí fue no, no, y no, siempre lo contrario, como en otras áreas de mi vida.

Usaba la comida como arma de rebeldía contra mi madre, cuando ella decía que no comiera, yo comía mucho. Con tal de llevar la contraria y rebelarme. Era la única manera de llamar la atención. Usaba la comida para llamar la atención de mi madre, igual que otros niños lloran o se portan mal.

Fisicamente la comida me llevo a estar en las últimas, tocar fondo. Una vez acabe en el hospital por que había comido demasiado. Y aun así estaba tan ciego que no me di cuenta de lo que le estaba haciendo a mi salud física.

A nivel emocional usaba la comida para tapar emociones dolorosas. La comida siempre fue mi amiga mas odiada.

Mi adicción a la comida destruyo mi autoestima a través de la destrucción de mi físico. Mi enfermedad me dio años de interminable depresión y soledad. Con mi físico destruido por la obesidad no tenia autoestima, y no pude atraer a nadie, a ninguna pareja. Cuanto otros chicos jóvenes empezaban a salir con chicas, yo no, por que no me quería a mi mismo. Me odiaba a mi mismo y a mi cuerpo, lo separaba de mi. Me daba sincero asco. Pero me sentía atrapado en el, sin poder huir de la cárcel que era para mi, mi cuerpo.

No tuve un desarrollo emocional normal. No había alegría en mí. Para mi todo era oscuro y doloroso. Recuerdo que en un juego con otros chicos y chicas teníamos que describir ciertas cosas, un camino por el que avanzábamos, un lago y decir que hacíamos al llegar al lago. Mi camino estaba jalonado de cadáveres como una guerra en África o Asia de las que veía por TV. Yo solo me mojaba los pies en el lago y luego seguía mi camino.

En aquel juego mis amigos se asustaron, me dijeron que se preocuparon por mi. El camino era como yo veía la vida, un lugar terrible lleno de dolor, como es una guerra. Y el lago es como yo veía mi lado emocional sentimental hacia el amor y el sexo: apenas si me decidía a probarlo, mientras que otros compañeros se tiraban de cabeza al lago.

Ahora siento que la enfermedad me robo los años mas bonitos de la vida, la juventud. Solo me sentía alegre en mi trabajo donde me podía sentir útil. El resto no contaba. No me sentía vivo. Pensé en el suicidio. La enfermedad, la comida, mi obesidad, la soledad y el aislamiento, me llevaron al extremo.

Comía para mitigar todos estos sentimientos negativos, para tapar el dolor de haber crecido en una familia disfuncional. Y el comer no solucionaba nada, todo lo contrario. No podía parar de comer. Sabía donde estaban situadas todas las tiendas de mis alimentos más adictivos. Solo encontraba alegría en la comida. Buscaba el placer del paladar por que era de las pocas cosas con las que me podía sentir bien en mi vida. Y no podía parar de comer, el deseo de sentirme bien era tal en mi, que el comer era tal fuente de placer que ni me planteaba dejar de comer compulsivamente.

Y me parecía normal. Veía a otros miembros de mi familia comer así. Hasta lo aceptaba. Yo soy y seré siempre un obeso, me decía. Mi familia son obesos, es lo que me ha tocado vivir. Me abandonaba a la dulce inconsciencia de la enfermedad.

Este es el dolor que sentía mi alma. Ahora hablare de la faceta espiritual de mi enfermedad.

Durante una época llevaba mi vida y mi cuerpo a extremos. Con la comida, y arriesgando físicamente mi integridad personal. Solo encontraba el placer por vivir, estando al borde de la muerte. Literalmente. Hice durante algún tiempo deportes de riesgo, en concreto escalada. Y lo hacia sin estar físicamente preparado para ello, jugándome la vida, y cuando echaba el freno y retrocedía, el volver a estar seguro, era lo que me daba paz y tranquilidad, el sosiego que no tenia. Yo escalaba mientras fui obeso. Curiosamente cuando adelgacé deje de hacer escalada y montañismo. Ya no necesite mas la adrenalina, y saciar con comidas abundantes todo el ejercicio que hacia.

No creía en nada, todo me daba igual, nada era importante. No tenia perspectiva de que hacer con mi vida. Simplemente rebotaba de suceso en suceso de mi vida. Me dejaba arrastrar esperando el próximo golpe de mi vida. No sentía que nada mereciera la pena. Y todo este dolor lo tapaba con comida.

El deseo imperioso de comer me anulo como persona espiritualmente hablando. Yo no era capaz de hacer nada excepto comer, dormir y estar delante de mi ordenador perdiendo el tiempo. La comida era mi dios, mi guía, mi obsesión. Toda mi vida se resentio en aquellos días que he tocado fondo. El deseo imperioso de comer compulsivamente me trajo temblores, un miedo terrible a nada en concreto, como si alguien me persiguiera u observara, como si todo el mundo se fijara en que comía o en lo obeso que estaba. Mi adoración por la comida era tal, que solo el planear lo que iba a comer para colocarme como adicto, ya me daba placer. Rezar para no tener dinero encima cuando pase por delante de una tienda ya que sabía que el hecho era automático, entrar, comprar, comer. Y así hasta la siguiente tienda. Totalmente impotente de ser consciente de mi mismo y de lo que hacia.